El video dura pocos minutos, pero le bastó para encender una cadena de recuerdos y preguntas a más de cientos kilómetros de distancia, en la costa de La Habana.
El portal Conducta-Dade grabó en Miami a un hombre que vive en la calle y que se presentó como Rafael Hernández Capote, nacido en Santa Fe, La Puntilla.
En la conversación, Rafael se describe como exatleta de élite —llega a decir que fue campeón olímpico de lucha—, una versión que no encuentra sustento en los registros públicos del deporte cubano, donde los oros en grecorromana por esos años corresponden, entre otros, a Héctor Milián (100 kg, Barcelona 1992) y a Filiberto Azcuy (69 kg en Sídney 2000 y 74 kg en Atenas 2004). Sin embargo, la pieza, más allá de la exactitud del relato, puso nombre, acento y pasado a una vida hoy a la intemperie.
Lo que vino después ocurrió en los comentarios. Decenas de usuarios desde Cuba y el exilio reconocieron a Rafael como “el Pille”, un vecino “muy querido” de Santa Fe; hecho que él mismo reveló en su presentación.
Algunos aseguraron haber estudiado con él; otros dijeron conocer a su familia; varias personas compartieron pistas de dónde suele estar en el sur de Florida, incluso cruces de calles, con la intención explícita de localizarlo y ofrecer ayuda. Entre los mensajes se mezclan la conmoción, la urgencia y la defensa de su dignidad: “Dejen que viva su fantasía… el hecho es que están tratando de sacarlo de esa vida en las calles”, escribió una usuaria; “por favor, salven a esta persona”, pidió otra. También hubo voces que señalaron signos de deterioro de salud y consumos problemáticos, junto a llamados a no burlarse y a intervenir con apoyo real.
El retrato que emerge —nombre, apodo, origen, relaciones y memorias compartidas— desmiente la invisibilidad habitual de quienes duermen en portales o intersecciones.
La entrevista no prueba un palmarés deportivo, pero sí prueba otra cosa: que detrás de la versión grandilocuente hay una red capaz de activarse en horas cuando alguien, con una cámara, decide preguntar cómo se llama y de dónde viene. Es, también, un recordatorio de cómo se apilan fracturas —migración, precariedad, salud mental, soledad— hasta empujar a alguien al borde. En los comentarios aparecen un hijo, hermanos, amistades de infancia, entrenamientos en casas de vecinos, el mapa mínimo de una comunidad que se reconoce en la intemperie de uno de los suyos.
Conducta Dade cierra su publicación con una invitación práctica: que cualquier familiar o conocido contacte para intentar reencontrarlo.
Es una puerta abierta a que la solidaridad pase del teclado al terreno, y a que instituciones y redes de apoyo en Miami tomen nota. Rafael Hernández Capote no es un campeón olímpico según los archivos; en el video, sin embargo, queda claro que lo fue —y quizá aún lo es— de algo menos medible y más urgente: la memoria de su barrio, que ahora intenta, como puede, traerlo de vuelta.





