Un detalle interesante en esta denuncia es que muchas veces, esos perfiles de estafadores, son FALSOS. Así que, la que parece ser una estafadora, a lo mejor no lo es, porque en este mundo digital, muchas veces no se sabe qué cosa es verdad y qué cosa es mentira
Una denuncia en un grupo de Facebook de “Compra y Venta de Saldo” encendió el debate sobre un viejo problema en la Cuba hiperconectada por datos móviles y transferencias: las estafas en recargas y canjes de saldo.
La usuaria Yucimì Duarte publicó que una mujer identificada como Laura Betancourt le habría exigido pago por adelantado para venderle saldo, y que, una vez hecha la transferencia, no recibió la recarga prometida ni respuesta a sus mensajes. Duarte afirma que la supuesta vendedora alegó ser de Camagüey, no usar WhatsApp “por restricciones”, y que solo trabajaba con pago previo porque “ya la habían estafado con 3.600 pesos de saldo”. Según la denunciante, tras enviar el dinero y mostrar comprobantes, la contraparte dejó de contestar y ella anunció que la denunciaría.

El hilo se llenó de testimonios que apuntan a patrones conocidos de fraude: un perfil probablemente falso, fotos de terceros (una usuaria asegura conocer a la mujer cuyas imágenes habrían sido tomadas de otra ciudad o del extranjero), mensajes guionados (“págame primero, luego te recargo”) y bloqueo inmediato cuando el comprador pide solución. Varios participantes —Caridad Rodríguez, Dayron Cod, Mayla Menéndez, entre otros— dicen haber recibido idénticos argumentos de la misma cuenta y aseguran que no enviaron dinero.
Otros, por su parte, recuerdan que muchos de estos esquemas se apoyan en tarjetas clonadas o prestadas, lo que dificulta perseguir al responsable real.
Más allá del caso puntual, la discusión abre un dilema recurrente: ¿quién debe transferir primero? En mercados informales donde no hay intermediación segura, el riesgo de impago existe en ambos sentidos. El vendedor teme “cargar saldo” y no cobrar; el comprador teme “pagar” y no recibir. Sin confianza previa, referencias verificables o un mecanismo de custodia (escrow), cualquiera de las dos secuencias —pago primero o recarga primero— es vulnerable al abuso. En esta historia, varios comentaristas sostienen que “quien asume el primer paso siempre queda expuesto” y que, por eso, “solo se hace presencial”: ver la recarga en tiempo real y pagar al momento, sin distancias ni dependencias de conexión.
Hay, además, un flanco legal y operativo que muchos usuarios desconocen o prefieren ignorar. La compra–venta de saldo entre particulares suele ir contra los términos del operador y, de confirmarse, puede terminar en suspensión de líneas y sanciones. Un usuario del hilo —Jack Lázaro— advierte que, incluso si se aporta el número de tarjeta de destino para rastrear fondos, quien denuncie podría quedar expuesto por participar en una práctica no permitida. En ese limbo regulatorio, ni banco ni policía suelen moverse con agilidad, sobre todo cuando el perfil es falso, las pruebas son capturas de pantalla y el dinero salió hacia una cuenta de tercero.
La conversación deja varias lecciones. Primera: desconfiar de chollos; precios demasiado bajos y urgencia por cobrar suelen ser banderas rojas. Segunda: verificar identidad (llamadas, video, referencias reconocibles) y exigir reciprocidad: quien vende puede demostrar que tiene saldo (por ejemplo, una recarga mínima al propio número del vendedor en vivo) y quien compra debe probar que puede pagar, pero ninguno debería cerrar la transacción sin una prueba simultánea. Tercera: si el intercambio no puede ser presencial y trazable, mejor no hacerlo.
¿Quién tiene la razón en este choque? La versión de la denunciante es coherente con los indicios que relatan otros usuarios: guion repetido, perfil opaco, bloqueo posterior. Pero mientras no haya una verificación independiente —y en un ámbito que ya nace en la irregularidad—, el campo está servido para nuevas víctimas. La conclusión del hilo, dicha con crudeza por varios comentaristas, parece la más útil: “si no es presencial, no lo hagas”. Y si aun así decides hacerlo, asume que el que transfiera primero —sea comprador o vendedor— carga con el riesgo mayor.



















