Con los pasillos del Cuerpo de Guardia con camas, Hospital de Cienfuegos dice «Vamos por más»

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El Hospital General Universitario Dr. Gustavo Aldereguía Lima, en Cienfuegos, publicó un mensaje de autocelebración en su cuenta de Facebook —“el corazón late con un profundo agradecimiento”, “reafirmando el compromiso con la salud de nuestro pueblo”, “Cienfuegos X Más Victorias”— que contrasta con la escena que pacientes y familiares describen cada día: pasillos del Cuerpo de Guardia colonizados por camillas, esperas interminables, escasez de insumos y servicios básicos que fallan.

Lo hizo compartiendo una publicación hecha en la página oficialista conocida como «Las Cosas de Fernanda»; una página controlada por el Ministerio del Interior en la provincia que, muy a menudo, se dedica a contrarrestar las llamadas «bolas» surgidas en la calle como consecuencia de la nula transparencia informativa del régimen cubano, y a exaltar los escasos logros de la PNR en los casos delictivos de la provincia.

Sin embargo, en esta publicación en específico, el eslogan “Vamos por más” suena hueco porque, ¿no sería mejor evitar que un hospital se viese abarratoda de enfermos con síntomas pertenecientes a enfermedades que ya se habían erradico en Cuba y ausentes en buena parte del mundo entero? Parece que sí, pero aun cuando, al mismo tiempo, estos hospitales se sostienen con lo mínimo, «Las Cosas de Fernanda» y la página del Hospital Provincial de Cienfuegos, Dr. Gustavo Aldereguía Lima, se dedican a exaltar lo secundario. Una romantización y normalización de la miseria que, hay que decirlo, suena terriblemente mal. Sobre todo por los muertos.

Los comentarios que acompañan la publicación oficial son elocuentes. Reconocen la entrega del personal, pero casi todos introducen la misma sombra: la precariedad material. Mairelys Leyva lo dice sin rodeos: la llamada “potencia médica” es la profesionalidad de médicos y enfermeras, no los insumos que faltan ni la gestión de un gobierno “fallido”. Romelia Espino Hernández agradece el trabajo de “magos” que hacen lo imposible frente a un paciente… y añade que “muchos recursos los envían los familiares del extranjero” para que se pueda operar o curar. ¿De verdad “vamos por más” si el sistema depende de paquetes familiares y remesas para suturas, guantes o antibióticos?

A la felicitación sincera de Dania Cruz Delgado, Mary Suárez o Finita Herrera González se suman testimonios que desnudan la infraestructura: Jesús Osias Sotolongo Merás recuerda que “se pasa horas y horas sin agua y a nadie le duele”. Cuando un hospital no puede garantizar agua corriente, esterilidad y reposición de básicos, el elogio al “humanismo” del colectivo corre el riesgo de convertirse en coartada narrativa para normalizar lo inaceptable.

Que no se malinterprete: el reconocimiento al esfuerzo del personal sanitario es merecido. Quienes trabajan en cirugía, oftalmología o angiología —como apuntan Esther López, Mbj BHdz o Arleidis Morejón— sostienen a diario una relación médico-paciente que, muchas veces, compensa carencias. Pero el punto crítico es otro: el hospital celebra mientras los pasillos siguen llenos y la calidad de la atención depende de la suerte, las conexiones y la capacidad de cada familia para conseguir desde una vía periférica hasta un antibiótico específico.

Recordemos cómo, en el 2021, estos mismos médicos, en este mismo hospital, fueron atacados injustamente por el Primer Ministro cubano, Manuel Marrero Cruz, quien los responsabilizó de los «malos resultados» frente a la pandemia de Covid-19, cuando estos médicos enfrentaban diariamente a la muerte sin recursos. ¿Qué dijo por entonces, crítico, al respecto, la página de Facebook «Las Cosas de Fernanda»? ¿Qué dijo, en respaldo a sus galenos, la página de Facebook del propio hospital? Yo se los cuento: NADA. Absolutamente NADA.

Este “Vamos por más” de ahora debería traducirse en indicadores verificables: menos pacientes en pasillos, más disponibilidad de camas en salas, agua garantizada 24/7, stock mínimo de analgésicos, antibióticos y material de curación, reposición de reactivos, protocolos visibles para desborde en Cuerpo de Guardia y transparencia sobre listas de espera. También en rendición de cuentas: informes públicos y periódicos del hospital sobre roturas, tiempos de reparación y compras, para que el ciudadano sepa por qué no hay agua, por qué falta un medicamento o cuánto tardará en restablecerse un equipo. Y sobre todo, en más salario para los médicos.

Mientras la institución se aplaude, los propios usuarios introducen la posdata incómoda: sin recursos, no hay milagros sostenibles. El heroísmo cotidiano del personal no puede seguir siendo el plan operativo. Si los pasillos del Cuerpo de Guardia están abarrotados, el primer “más” que necesita Cienfuegos no es otro post triunfalista de «Las Cos(it)as de Fernanda, sino un calendario concreto para vaciar esos pasillos, abastecer las salas y devolver al hospital su condición de espacio seguro, digno y funcional. Porque la salud pública no se mide por consignas: se mide por camas disponibles, agua, insumos y vidas salvadas sin necesidad de hacer magia.

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