Desde Caibarién, en Villa Clara, llega una noticia que mezcla alivio y esperanza: Natalia Cabrera Rodríguez retomó hoy las clases, tras superar una intervención neuroquirúrgica realizada a finales de junio. Su evolución es “sin contratiempos”, confirmó su madre, Niurka Rodríguez Rivero, quien ha acompañado cada paso del proceso desde que, el 16 de mayo, los especialistas detectaron un quiste coloide en el tercer ventrículo. El hallazgo vino acompañado de un diagnóstico de hidrocefalia, con aumento de la presión intracraneal, que obligó a actuar con celeridad.
Los estudios y la atención inicial se coordinaron en el hospital universitario José Luis Miranda, donde el equipo médico definió la estrategia quirúrgica. La operación, practicada el 21 de junio, consiguió resolver la obstrucción del flujo del líquido cefalorraquídeo y estabilizar a la paciente. Desde entonces, la familia ha documentado una recuperación paulatina, con seguimiento clínico y estrictas indicaciones para garantizar una vuelta segura a la rutina.
La noticia, difundida por Vanguardia de Cuba y replicada en redes, provocó una ola de mensajes de apoyo. Decenas de usuarios dejaron bendiciones, recuerdos de experiencias similares y agradecimientos al personal sanitario. Más allá del tono emotivo, el hilo común es el reconocimiento al trabajo de los equipos de pediatría y neurocirugía que sostienen, en medio de escaseces y desafíos logísticos, intervenciones de alta complejidad.
Que la adolescente se incorpore al curso escolar en el primer día de septiembre tiene un valor simbólico y práctico. Simbólico, porque restituye un calendario personal que la enfermedad interrumpió de forma abrupta. Práctico, porque la escuela funciona como termómetro de su reintegración social y cognitiva, siempre con el acompañamiento que sugieren los médicos ante este tipo de procedimientos. Aunque los quistes coloides figuran entre los reportes poco frecuentes en la literatura, los especialistas insisten en que, diagnosticados a tiempo y con manejo adecuado, el pronóstico puede ser favorable, como parece demostrar el caso de Natalia.
Pero… ¿qué es un quiste coloide del tercer ventrículo?
El quiste coloide del tercer ventrículo es una lesión benigna y poco frecuente que se localiza casi siempre en el techo del tercer ventrículo, pegado al foramen de Monro (el “puente” por donde el líquido cefalorraquídeo pasa de los ventrículos laterales al tercero). Esa ubicación explica casi todo: si el quiste crece o cambia de consistencia, puede taponar el flujo y provocar hidrocefalia obstructiva con aumento brusco de la presión intracraneal. En la literatura médica se considera raro: representa <2% de los tumores primarios del encéfalo y alrededor de un 20% de los tumores intraventriculares; su hallazgo en población general es muy bajo (estimaciones por debajo de 1 por varios miles de personas), señala una revista especializada (NCBIPMC) sobre el tema.
En clínica, el espectro va desde el hallazgo incidental sin síntomas hasta cefaleas intermitentes que empeoran al cambiar de posición, vómitos, visión borrosa, inestabilidad o episodios sincopales. En escenarios excepcionales, se han descrito deterioros súbitos e incluso muerte repentina por hidrocefalia aguda, lo que subraya por qué, pese a ser benigno, no debe minimizarse, señala la bibliografía médica consultada (PMC, ScienceDirect, MDPI).
El manejo depende de síntomas, tamaño y repercusión del LCR. En pacientes sintomáticos o con signos de obstrucción, la resección quirúrgica es el estándar. Existen dos grandes vías: endoscópica (mínimamente invasiva) y microquirúrgica (transcallosa o transcortical). La evidencia comparativa sugiere que ambas logran buenos resultados; algunos metaanálisis encuentran mayor tasa de resección completa y menor recurrencia con técnicas microquirúrgicas, mientras que la endoscopia ofrece menos agresión tisular y recuperación más rápida; la elección se individualiza según anatomía y experiencia del equipo, señala PubMed.
En pediatría es aún más inusual, pero se maneja con principios similares; revisiones recientes siguen comparando resultados endoscópicos y microquirúrgicos en esa población. Tras la cirugía, el seguimiento con RM es clave para vigilar recidiva o secuelas del flujo de LCR.
En resumen: hablamos de una lesión rara pero potencialmente peligrosa por dónde se asienta. Si se detecta a tiempo y se trata en centros con experiencia, el pronóstico suele ser favorable, como ilustra el caso de Natalia: la resolución de la hidrocefalia y el retorno a la escuela son marcadores clínicos de buena evolución.





