Lluvias torrenciales en La Habana encuentran las alcantarillas atestadas de basura. Este es el resultado.
Una lluvia de cierta intensidad fue suficiente para revelar de forma abrupta la crisis que se cierne sobre el sistema de drenaje en La Habana: calles anegadas, alcantarillas que escupían desechos acumulados y una población atrapada entre basura y corrupción.
Videos e imágenes publicadas por el activista Saúl Manuel detallan una Habana inundada en distintos puntos de la capital.
El Cerro, Centro Habana, Santos Suárez, Diez de Octubre… el agua fue tanta que inundó portales y subió hasta dentro de las guaguas. Las calles parecían ríos y lagunas.
Los testimonios en redes no mienten: “Ahora mismo 10 de Octubre y Tamarindo… el agua le llega a media pierna”, informa una cuenta ciudadana, mientras otros advierten: “…calles llenas de basura sin recoger… cables caídos…»
«Cuba sálvate!”, reza en cada publicación que escribe Saúl Manuel.
Este episodio de lluvia moderada que desenmascaró no solo aguas inundadas, sino la podredumbre acumulada debajo, es una metáfora cruda de la realidad habanera: sin limpieza, sin responsabilidad, sin integridad, cada traga-aguas es una trampa esperando explotar. Y mientras los dirigentes sigan dedicando tiempo y recursos a promover manifestaciones, montar eventos de utilería o reunirse con trabajadores y vecinos que cada vez escuchan menos sus muelas político-ideológicas, el alcantarillado seguirá colapsando con cuatro gotas de agua. En lugar de tanta tribuna improvisada, lo que se necesita son planes concretos, brigadas de trabajo y presupuestos transparentes para que la ciudad no se ahogue —literal y metafóricamente— en la próxima lluvia.
En trabajos recogidos tanto por portales oficialistas como indendientes que hablan sobre el tema, se descubre que este es un mal que ya acumula años. Tribunas como Cubanet, así como también el Portal del Ciudadano, recogen cómo vecinos de municipios como El Cerro, donde se ubican el Estadio Latinoamericano y la calle Amenidad, llevan viviendo y quejándose sobre este drama durante años.
“Esa parte de ahí… históricamente siempre se ha inundado. Se hicieron hace unos años unos trabajos de drenaje… también ocurre que por toda esa zona pasa un río subterráneo. Incluso pasa por debajo de mi casa”, relata una usuaria identificada como Migdalis García en redes sociales. Otra persona añade con resignación: “En la esquina de mi casa, no es nuevo ni tiene que llover mucho para que ocurra. No es noticia”. Y en la zona del Policlínico Girón, los vecinos destacan el abandono persistente de infraestructuras que, combinado con la basura acumulada, deja una postal grotesca ante la más mínima lluvia.
En las calles, la indignación se mezcla con la resignación.
“Toda la basura que hay en las calles tupe las alcantarillas cuando hay tormenta. Nadie la recoge, ¡qué triste!”, escribe un usuario indignado. “Es la cantidad de basura que están tapando los tragantes, qué horror, Dios mío”, añade otro. Las expresiones se multiplican en un eco colectivo: nadie espera ya que los servicios municipales respondan con eficacia.
Lo que hay detrás de este colapso no es solo abandono operativo: es también fruto de años de mala gestión y corrupción. En 2015, seis funcionarios del Servicio de Comunales de Boyeros —entre ellos el director local, la directora de Finanzas y la jefa contable— fueron condenados —a penas de hasta diez años de prisión— por malversación, falsificación de documentos bancarios y extracción indebida de fondos, en un caso que alcanzó los 9.4 millones de pesos cubanos, según recoge Martinoticias.
La investigación reveló que se inflaban las nóminas, se falsificaban cheques y se realizaban extracciones de efectivo sin respaldo, desviando recursos vitales destinados a la limpieza y el saneamiento. Una auditoría concluyó que la ausencia de contrapartidas, controles superficiales y selección inadecuada del personal directivo permitieron el esquema por más de dos años, indica el oficialista Cubainformación.
En 2019, un nuevo episodio de corrupción empezó a tomar cuerpo. Más de cien funcionarios de Comunales en La Habana quedaron bajo prisión provisional por un presunto desfalco: plantillas infladas, pagos excesivos, fraudes en contrataciones y manipulación de pagos por volumen de desechos recogidos. Una fuente anónima advirtió que se cobraban entre 20 y 30 pesos cubanos por metro cúbico, cuando la tarifa reglamentaria era de 10 a 15 —un sobreprecio que dejó en evidencia tanto el fraude como la ineficacia en la respuesta sanitaria, recoge Diario de Cuba.
En paralelo, el espacio mediático no ha dejado de encenderse con denuncias. El programa “HacemosCuba” destapó irregularidades en las Empresas de Recogida de Desechos de Plaza y Centro Habana: compra de cerveza para usufructo personal, desvío de combustible y falsificación de documentos para encubrir fraudes. En el municipio de Plaza de la Revolución, además, se documentaron compras ilegales y apropiación de bienes estatales, añade el Portal del ciudadano de La Habana.
El periodista cubano Alexis Ardines, resumía en una publicación que compartió en su perfil de Facebook, a qué nivel hemos llegado, al expresar:
«Yo vivi varios meses en Haiti. Pero estas imágenes son de La Habana (…)»
Estas revelaciones no solo retratan la corrupción: explican el deterioro estructural que vivimos cada vez que llueve un poco. Porque no se trata únicamente de quién roba, sino del abandono sistemático de los servicios esenciales.
La basura se acumula, el agua no tiene por dónde ir, y las alcantarillas colapsan ante cualquier precipitación, por mínima que sea. Lo peor: muchos residuos ni siquiera salen de la ciudad, y terminan arrastrando mosquitos, enfermedades, roedores y desesperanza a cada esquina.





