Activistas por los derechos de los animales en Cuba arremetieron públicamente contra el diario oficial Granma, al que acusan de intentar lavar la imagen del Acuario Nacional de Cuba, en La Habana, pese a las reiteradas denuncias sobre el estado actual de sus instalaciones y de los animales que allí viven.
“Constituye una gran falta de respeto que, mientras nuestra asociación y miles de personas se han sumado a nuestra denuncia sobre la situación crítica que atraviesa el Acuario Nacional de Cuba, el periódico Granma salga a blanquear la imagen de esta institución”, expresó la organización BAC-Habana (Bienestar Animal Cuba) en una publicación en Facebook.
Desde BAC señalaron que los medios estatales eligen “maquillar la realidad con publicaciones que omiten el sufrimiento de los animales y las deplorables condiciones en las que se encuentran” en lugar de “escuchar lo que miles de ciudadanos estamos denunciando en redes sociales”.
Para el colectivo, cada vez que el tema gana visibilidad, aparece una respuesta propagandística. “Cada vez que nuestra voz alcanza millones de visualizaciones, los medios oficialistas responden con artículos que intentan desviar la atención, nunca para admitir lo que sucede realmente dentro de estas instalaciones, sino para disfrazarlo. ¿Por qué es tan difícil reconocer la verdad? ¿Por qué es tan difícil llamar las cosas por su nombre? ¿Por qué es más fácil ocultar que enfrentar, corregir y mejorar?”, cuestionaron.
“El país necesita transparencia, respeto y humanidad hacia los animales. Lo que pedimos no es silencio ni manipulación mediática, sino medidas urgentes, reales y responsable”, añadieron.
El mensaje de BAC responde a un texto divulgado por Granma en el que se elogia la labor del Acuario Nacional. Según ese material, “Más allá de exhibir organismos marinos vivos y promover la educación ambiental para el cuidado, conservación y uso racional de los recursos y especies de ese medio, el Acuario Nacional de Cuba incursiona en el campo de las investigaciones”. Para los defensores de los animales, ese tipo de discurso ignora el deterioro visible y los reportes de maltrato.
Justo antes de la polémica con el artículo de Granma, se había viralizado el testimonio de una madre cubana que visitó el Acuario Nacional con su hijo y describió una escena que calificó de dolorosa. La mujer aseguró haber encontrado tanques en mal estado, olor fuerte y animales en condiciones que consideró crueles. Su relato circuló ampliamente en redes tras ser compartido desde la página en Facebook de La Tijera.
“Familias, se los digo de corazón: salimos con más tristeza que alegría. Mi hijo iba súper emocionado… y terminamos con el alma hecha pedazos”, escribió la visitante. Según contó, el lugar apenas ofrecía actividad educativa; no había espectáculos ni explicaciones, solo instalaciones decadentes y especies aparentemente abatidas. Habló de silencio, abandono y sufrimiento visible.
Sobre la foca, fue tajante: “La foca que mantienen allí… se le nota en los ojos que tiene más deseos de irse de Cuba que uno mismo. Mi niño me decía: ‘Mami, rescátala, está solita’.” La misma usuaria describió otras escenas: jicoteas con caparazones dañados, tortugas en agua verdosa, un tiburón pequeño nadando sin rumbo en un tanque reducido y peceras en ruinas, con paredes descascaradas y un olor difícil de soportar. “Eso no es educación ambiental ni entretenimiento infantil, es tortura”, sentenció.
BAC confirmó públicamente el testimonio de esta madre y calificó la situación del Acuario como “profundamente triste”, denunciando que las instalaciones “se encuentran en un estado deplorable”. La agrupación añadió además que, aun así, a las familias que entran se les cobra la tarifa completa de acceso, sin descuentos ni avisos claros sobre las condiciones reales del sitio.
En su pronunciamiento, Bienestar Animal Cuba pidió a la dirección del Acuario Nacional que adopte de inmediato medidas de rescate y mejora del bienestar animal, refuerce la higiene y garantice un hábitat digno para las especies bajo su custodia. El grupo insistió también en que la falta de recursos no puede servir de excusa para justificar negligencia: “Sabemos que la crisis económica afecta a todos, pero la falta de recursos no puede justificar la negligencia. Cuidar de ellos no es un lujo, es un deber moral”.
Las críticas a la situación del Acuario Nacional no son nuevas. En los últimos meses se han multiplicado las acusaciones de abandono, filtraciones, deterioro estructural y condiciones precarias para peces, tortugas y mamíferos marinos. Visitas recientes han descrito estanques sin mantenimiento, fauna visiblemente estresada y una reducción evidente de ejemplares en exhibición.
Las propias autoridades locales han admitido carencias. A finales de agosto, un reporte televisivo señaló que una de las prioridades del centro era reponer fauna marina para sostener las exhibiciones. En ese contexto, se solicitó autorización al Ministerio de la Industria Alimentaria para capturar nuevas tortugas marinas, alegando que su población había disminuido de forma drástica. A raíz de estas gestiones se anunció la llegada de dos tortugas verdes (Chelonia mydas) como parte de una acción de “colaboración para la conservación”, vinculada al proyecto “Las Mar-tinez”, liderado por Jorge Félix Martínez.
El Acuario Nacional de Cuba, fundado en 1960, fue durante décadas presentado como un espacio de investigación científica, educación ambiental y conservación marina. Sin embargo, tanto organizaciones independientes como activistas han denunciado que, detrás de esa narrativa oficial, la institución también habría servido como punto de salida de delfines hacia otros países en operaciones sin transparencia pública, convertidas, según señalan esas denuncias, en fuente de divisas durante periodos de crisis, a costa del bienestar de los propios animales.
Para los animalistas, la contradicción es evidente: mientras Granma resalta una imagen institucional vinculada a la ciencia y al “cuidado, conservación y uso racional”, visitantes recientes describen escenarios de sufrimiento animal, descuido extremo y desolación emocional incluso para el público infantil. Y, ante esa diferencia de relatos, BAC insiste en que lo mínimo es reconocer el problema y actuar, no silenciarlo.



















