En la madrugada del 9 de diciembre, la carretera que une Puerto Padre con la ciudad de Las Tunas volvió a ser escenario de una tragedia. Según el reporte de La Tijera News, el chofer de un ómnibus perdió el control del vehículo y este terminó volcado a un costado de la vía. El impacto fue fatal para el conductor, que murió en el lugar de los hechos, mientras los otros dos ocupantes resultaron ilesos y se encuentran fuera de peligro.
A medida que se conocía la noticia, las redes sociales comenzaron a ponerle nombre y rostro a la víctima. Amigos, colegas y vecinos lo identificaron como Noraldo Carralero Ricardo, conocido por todos como Nori, chofer de transporte escolar en Las Tunas y trabajador de la base de transporte destinada a ese servicio.
En los comentarios, antiguos pasajeros y compañeros lo recuerdan como un profesional sereno, responsable y muy querido, alguien que formaba parte de la rutina diaria de muchas familias que confiaban en él para mover a sus hijos.
El duelo colectivo se mezcla con la rabia contenida. Varios usuarios apuntan a factores que se repiten en casi todos los relatos de accidentes: carreteras en malas condiciones, tramos peligrosos y poco iluminados, baches profundos, falta de señales y de mantenimiento. Otros mencionan el cansancio extremo de los choferes, sin descanso real y además sometidos a noches de apagones que rompen el sueño y la concentración. Lo que para las estadísticas será un “vuelco con un fallecido” se vive en el entorno como la pérdida de un hombre que resistía a diario esas condiciones para poder trabajar.
Las Tunas arrastra desde hace años un saldo preocupante de siniestros viales. En 2023 se registraron 373 accidentes de tránsito en la provincia, con 25 muertos y 237 lesionados, cifras que la prensa local ya describía como una “estela de luto” en las familias tuneras, según recoge el medio oficialista Periodico26.cu La muerte de Nori se suma a ese patrón y reabre la misma pregunta de siempre: cuánto hay de “error humano” y cuánto de un entorno que empuja al límite a quienes se sientan frente a un timón.
En los mensajes que se repiten bajo la publicación, la consigna es breve y unánime: en paz descanse. Y, al fondo, otra idea más difícil de cerrar con una fórmula: que una vida no debería depender de una mezcla de baches, agotamiento y abandono.



















