Ainara Quesada: una belleza cubano-española con miles de seguidores en Facebook y TikTok de la que te enamorarás

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Ainara Quesada, creadora digital cubano-española, construye su alcance en redes desde una identidad marcada por historia familiar y mezcla cultural.

Ainara Quesada aparece en redes como lo que hoy se llama, sin demasiadas vueltas, una creadora digital. Habla de lifestyle, gimnasio, belleza y moda; se mueve entre Madrid y Gasteiz; saluda con un “Kaixo!” y deja claro que su contenido está pensado para una audiencia amplia, cotidiana y joven. En Instagram, su perfil la muestra con una comunidad de 267 mil seguidores, una cifra que ayuda a entender su alcance y su capacidad para sostener conversación más allá del video viral aislado.

La imagen, sin embargo, no se sostiene solo en el cuidado estético. Ainara es mulata, de ojos claros y pelo rizo; esa mezcla cubano-española que no necesita explicación académica porque se reconoce a primera vista y porque carga siglos de historia atlántica. A ratos se le ve un aire caribeño en el gesto y un hablar europeo en el ritmo, y ahí está una de las claves de su atractivo: no “interpreta” una identidad, sino que la habita.

Para quien la mira desde Cuba, desde España o desde la diáspora, ese cruce resulta familiar. En las lecturas que podemos hacernos, incluso, aparece un nombre que no es capricho: Cecilia Valdés, como evocación cultural de la isla mestiza y de sus tensiones, pero también de su magnetismo.

El gancho más fuerte de su relato público, de todos modos, no está en la ropa ni en la rutina de gimnasio. Está en la historia de cómo se conocieron sus padres, contada por ella misma como una escena que parece escrita por La Habana de los noventa.

Ainara dice que su madre llegó a Cuba escapando del frío, aprovechando un vuelo barato, y que al salir del aeropuerto le pidió al taxista que la llevara a algún lugar de fiesta. La parada fue el Hotel Riviera y, por cómo lo cuenta, el encuentro ocurrió en ese espacio mítico que muchos asociaron durante años con la música y la noche habanera: el Palacio de la Salsa.

Su padre, cubano, logró entrar pese a los filtros y restricciones que solían marcar esos sitios en esos años, en los que no se dejaba prácticamente entrar a los cubanos a los hoteles. Se vieron, hablaron, conectaron, y la relación quedó fijada desde la primera noche, pero por esa vez. Ocho meses después su madre volvió y se lo encontró. Supo que estaba enamorada. Lo comprobó. Luego volvió otra vez y en la tercera visita, ya con papeles encaminados, se casó para poder sacarlo del país. Ella lo cuenta sin solemnidad: “y el resto pues es historia”.

Esa historia no es un “dato biográfico” puesto al final: es parte del contenido y de la manera en que Ainara se presenta. Explica por qué su vínculo con Cuba aparece con naturalidad y por qué un segmento de su audiencia la sigue no solo por la estética, sino por la narrativa familiar que arrastra. En la cual aparece «el boxeo»

Y La Habana.

También ha dicho que, su abuela cubana, es su alma gemela. Y al parecer sí que lo es

En TikTok, además, Ainara refuerza ese fenómeno con números propios de cuenta grande: cerca de un millón de seguidores y decenas de millones de “likes”, algo que la coloca en otra liga de visibilidad y hace que su identidad híbrida viaje sin pedir permiso, empujada por el algoritmo y sostenida por una audiencia que se reconoce en ella. Ahí es donde el personaje termina de cerrarse: una creadora joven, con códigos europeos, raíces cubanas explícitas y un relato familiar contado en primera persona que, lejos de esconderse, se convierte en marca.

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