¿Tiene Cuba la cura contra la enfermedad del Alzheimer?

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¿Tiene Cuba la cura contra la enfermedad del Alzheimer? Para que estén más cerca y aterrizados, conviene empezar por una palabra que en este tema pesa como una piedra: todavía no. Lo que sí existe, y es lo que está encendiendo curiosidad fuera de la isla, es la historia de una científica cubana que dice haber llegado a un tratamiento prometedor a partir de una búsqueda personal, y un documental que pone esa ruta en primer plano, con la carga emocional y política que suelen tener los relatos cubanos cuando cruzan la frontera del laboratorio.

La película se titula Teresita’s Dream. Dura 23 minutos, está en español con subtítulos, y sigue a la científica cubana Teresita Rodríguez en una trayectoria que arranca en la sala de una casa, con la enfermedad de su madre, y termina convertida en una investigación que, según la promoción del filme, podría cambiar la manera en que el mundo trata el Alzheimer.

El periodista y cineasta Reed Lindsay, fundador del medio Belly of the Beast y residente durante años en Cuba, la presenta como un trabajo “en terreno” sobre ciencia, país y vida cotidiana, y la exhibición anunciada para el 18 de diciembre de 2025 en Ketchum, Idaho, incluye un conversatorio y otras piezas audiovisuales sobre Cuba. La película, por su propia naturaleza, no está obligada a resolver ese debate (de si Cuba tiene la cura o no); su objetivo es contar un viaje. Pero el periodismo sí está obligado a ponerle barandas al entusiasmo.

Hasta ahí, lo verificable es el evento, la existencia del documental y la premisa narrativa con la que se anuncia. En ese sentido, lo más interesante del fenómeno no es decidir de antemano si Cuba “tiene la cura” —una afirmación que, con la información pública disponible en el propio anuncio, sería prematura— sino entender por qué el mundo – especialmente los Estados Unidos – vuelve a mirar hacia La Habana cuando se habla de biomedicina.

Y ahí conviene recordar un antecedente concreto, documentado y verificable, donde la ciencia cubana no se quedó en promesa: el camino de la CIMAvax-EGF, una inmunoterapia cubana para cáncer de pulmón que Roswell Park Comprehensive Cancer Center, en Buffalo, Nueva York, llevó a ensayos clínicos en Estados Unidos tras un acuerdo con el Centro de Inmunología Molecular de Cuba.

La colaboración entre Roswell Park y el instituto cubano se formalizó en la década pasada y fue presentada, incluso por el propio centro oncológico y por el entonces gobernador Andrew Cuomo, como un hito: la primera autorización de la FDA para que un centro estadounidense patrocinara un ensayo con una terapia desarrollada en Cuba.

Reuters reportó en 2015 la firma del acuerdo en La Habana y lo vinculó a una misión comercial encabezada por Cuomo. Ese puente se tradujo en investigación clínica real: Roswell Park explica que inició en 2017 un estudio fase I/II combinando CIMAvax-EGF con nivolumab en pacientes con cáncer de pulmón no microcítico avanzado previamente tratados. La propia literatura científica ha documentado la cooperación y su trayectoria, y hay publicaciones revisadas por pares que describen el racional y los hallazgos iniciales del programa.

Ese antecedente importa por dos razones ahora que hablamos de Teresita´s Dream. La primera es obvia: muestra que, incluso con tensiones políticas, sanciones y capas de burocracia, una innovación biomédica cubana puede recorrer el camino institucional hacia ensayos en Estados Unidos si encuentra el socio adecuado y si los reguladores lo permiten. La segunda es más incómoda: enseña que entre “promesa” y “evidencia” hay un trayecto largo, caro y muchas veces frustrante, donde lo que se prueba no es el carisma del relato, sino la seguridad, la eficacia y la reproducibilidad.

Por eso, si la pregunta es si Cuba tiene la cura contra el Alzheimer, la respuesta responsable es que no hay base pública suficiente para afirmarlo a partir de la promoción de un documental como Teresita´s Dream. Lo que sí se puede afirmar hoy es que hay una historia que está circulando, que se presenta como “prometedora”, y que, en un contexto donde la ciencia cubana ya ha tenido episodios de cooperación verificables con instituciones estadounidenses —como el caso de Roswell Park y CIMAvax—, ese tipo de relatos encuentra audiencia y puede conducir a estudios científicos más responsables.

Cuál es exactamente la molécula o el enfoque que propone Teresita Rodríguez, qué datos existen, en qué fase está, quién lo ha evaluado fuera de Cuba, qué publicaciones lo respaldan, y qué tipo de ensayo sería necesario para hablar de resultados clínicos comparables, es lo que importa a partir de ahora. De lo contrario, la historia corre el riesgo de quedarse en lo que Cuba exporta con facilidad y el mundo consume sin esfuerzo: esperanza empaquetada.

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