En el universo digital cubano, donde el humor suele funcionar como escudo y como espada, pocas figuras generan tanta mezcla de curiosidad, recelo y morbo como Sandro Castro. El nieto de Fidel Castro volvió a encender las redes tras participar en una dinámica informal de preguntas y respuestas, donde dejó frases que todavía están dando vueltas entre la diáspora y la isla.
La escena fue simple: un minuto frente a cámara, preguntas rápidas y un Sandro dispuesto a responderlo todo con su estilo burlón. Cuando le soltaron la clásica interrogante que le persigue desde hace meses (si aspira o no a la presidencia de Cuba) respondió sin titubeos: “¿La presidencia del país? Cuando se caiga el bloqueo, papi”. La frase, por supuesto, cayó como un misil en un contexto donde cada palabra cargada de política se mide con lupa.
A partir de ahí, la improvisada entrevista se volvió una colección de ocurrencias. Le preguntaron “¿De qué lado estás por fin?”. La salida fue futbolera: “Del Real Madrid, siempre pateando con la derecha”. Y ante la eterna inquietud nacional sobre los apagones, soltó otra de las suyas: “¿Cuándo se arregla lo de la luz? Todos los días a las 8 de la mañana, cuando sale el sol”. Más que respuestas, parecían guiños a una audiencia acostumbrada a leer entre líneas.
Pero lo que más llamó la atención no fueron las bromas, sino la reacción del público. En su propia cuenta de Instagram, la recepción fue sorprendentemente cálida. “Digan lo que digan, él sabe de qué lado está, pero desgraciadamente no está en sus manos, él a mí me encanta”, escribió una seguidora. Otros lo bautizaron como “El rey del sarcasmo”. Hubo quien lo defendió sin rodeos: “Sigue así, que vas bien, no le caes bien a muchos, pero eres sincero y realista”; “Este sabe más de lo que dice”; “Es muy quemador”.
Sin embargo, fuera de ese círculo, la película fue distinta. En otras plataformas, el humor de Sandro no cayó bien. “Después de la risa viene el llanto”; “No sé cómo hay quien le ríe la gracia, para mí se está burlando de toda Cuba”; “Qué broma de mal gusto y el otro descarao riéndose de los pujos”, criticaron varios usuarios. Ese choque de percepciones volvió a poner sobre la mesa el dilema de siempre: ¿Sandro es solo un joven irreverente jugando con su apellido o es una figura consciente del peso simbólico que carga?
El tema no es nuevo. Desde hace meses, algunos seguidores lo han nominado, medio en broma, medio en serio, como posible sustituto de Miguel Díaz-Canel. Él ha sabido navegar esa ola, a veces esquivándola con humor, otras atajándola con declaraciones más formales. En agosto pasado, por ejemplo, aclaró que su vida profesional no pasa por la política: dijo que hoy se dedica “al arte y a los negocios, no a la política”. Pero también dejó una puerta entreabierta: reconoció que un rol público “requiere de una preparación que no tengo”.
A sus 34 años y con 140 mil seguidores en Instagram, Sandro Castro se mueve en un terreno resbaladizo. Su apellido provoca reacciones automáticas. Su vida social y sus emprendimientos lo mantienen en el epicentro del chisme digital. Y cada gesto, cada broma y cada story parece amplificarse más allá de sus intenciones.





