El caso comenzó con una serie de quejas anónimas y reportes enviados a Crime Stoppers sobre ciertos salones de masajes en el condado de Miami-Dade. Los avisos coincidían en un detalle: en esos locales no solo se ofrecían masajes. Tras varios días de vigilancia encubierta, agentes del Sheriff entraron en escena y terminaron con tres mujeres arrestadas, todas migrantes chinas que llevaban muy poco tiempo en la ciudad.
Chang Xiu Yang, Yuping Song y Yihong Luo fueron detenidas durante la operación y trasladadas a corte de fianzas, donde la jueza Mindy Glazer repasó una por una las acusaciones, señala CBS News. Los documentos indican que se les imputó operar un negocio de masajes sin licencia, y en los casos de Song y Luo, también se añadieron cargos relacionados con prostitución. La escena en el tribunal dejó claro que las mujeres no dominan el inglés y dependen completamente de intérpretes de mandarín para entender el proceso, un detalle que subraya su reciente llegada al sur de Florida: una de ellas llevaba apenas dos semanas en Miami cuando ocurrió su arresto.
La operación del Sheriff incluyó visitas encubiertas a varios locales señalados previamente por clientes, vecinos y fuentes confidenciales. Según los reportes, se trataba de establecimientos ya vigilados por prácticas irregulares y que habían sido objeto de investigaciones similares en el pasado. La estrategia fue la habitual en estos casos: agentes que ingresan como clientes, recogen pruebas, documentan lo ocurrido y esperan el momento adecuado para actuar.
En la audiencia, la jueza Glazer descartó una parte de los cargos iniciales —los relacionados con operar una práctica de salud sin licencia— por falta de causa probable. Pero mantuvo las imputaciones vinculadas al ejercicio ilegal de masajes y, en dos de los casos, la sospecha de servicios sexuales. Antes de cerrar la sesión, dejó una advertencia contundente: cualquier nueva violación significaría esperar el juicio directamente desde la cárcel.
Más allá de los tecnicismos legales, el caso expone un patrón conocido en Miami: mujeres migrantes que llegan con escasos recursos, pocas redes de apoyo y barreras idiomáticas, y que terminan atrapadas en negocios que operan al borde —o directamente fuera— de la legalidad. Para las autoridades, se trata de cortar una actividad que consideran explotación.
Pero no son las únicas; esta es una vieja práctica de la que miles de inmigrantes interesadas en el dinero fácil y sin escrúpulos para «dar un extra en el trabajo», han incurrido a lo largo de los años y prueba de ello son estas tres cubanas, que a inicios de junio de este año, fueron detenidas por lo mismo.
Tres hispanas arrestadas por presuntamente ofrecer «happy ending» en salones de masaje en Miami
