Jany González es, a estas alturas, mucho más que una periodista cubana que se abrió camino en Miami. Ahora, se nos revela como un «verdadero peligro en el mundo del periodismo», para los Mario J. Pentón, Mario Vallejo, Alexis Boentes, etc.
Con una audiencia en crecimiento en YouTube, donde supera los 408 mil suscriptores y acumula más de 6,2 millones de visualizaciones desde la creación de su canal en agosto de 2023, y con una sólida presencia en Instagram, donde ronda los 283 mil seguidores, González se ha convertido en una de las voces más visibles del exilio cubano en los medios digitales. Pero, como reveló en un reciente post de Instagram, su historia no se limita al periodismo ni a las pantallas: detrás de la comunicadora premiada con varios Emmy Awards hay también una taekwondoca disciplinada, formada en los rigores del tatami y en la perseverancia de cada entrenamiento.
En ese post, acompañado de un carrusel de fotos de su niñez, González confesó que el taekwondo le enseñó que una medalla no se consigue únicamente con fuerza, sino con disciplina y enfoque. “No fue solo aprender a defenderme, sino a luchar por mis metas con determinación”, escribió, agradeciendo a su entrenador Nelson Torres, quien la acompañó en sus primeras victorias y derrotas. Esa etapa, afirma, marcó su carácter y todavía hoy guía su manera de enfrentar los retos profesionales y personales.
El descubrimiento sorprendió a muchos de sus seguidores, que hasta ahora la asociaban principalmente con sus reportajes en Univision 23 Miami o por su paso en Telemundo51, con sus coberturas noticiosas y su capacidad para conectar con la audiencia cubana a través de relatos sobre migración, cultura e historias humanas. La revelación añade una nueva dimensión a su perfil público: una mujer que no solo se forma en las redacciones, sino también en los tatamis, y que sabe traducir la disciplina del deporte a la constancia del periodismo.
Su faceta como creadora digital no deja de crecer. Según datos de Social Blade, su canal de YouTube gana en promedio 9 mil suscriptores al mes y cerca de 100 mil visualizaciones en ese mismo periodo (analizamos solo los últimos 14 días). En Instagram, pese a que la tasa de engagement se muestra baja en las métricas, mantiene una comunidad fiel que interactúa con cada publicación, donde mezcla recuerdos personales, reflexiones íntimas y noticias de actualidad.
No es casualidad que a inicios de este año la hayan perfilado como una de las creadoras cubanas en ascenso, destacando su estilo cercano y el equilibrio entre periodismo de investigación y narrativa personal. Esa capacidad de tender puentes entre lo noticioso y lo íntimo se refleja también en la forma en que comparte su pasado deportivo: el taekwondo aparece en sus palabras no solo como un deporte, sino como una filosofía de vida que conecta con su manera de contar historias.
La periodista, que celebró en 2024 haber obtenido la ciudadanía estadounidense, combina además su carrera mediática con la música. En varias ocasiones ha mostrado que también toca la guitarra, añadiendo otra arista a un perfil cada vez más versátil. En tiempos donde el periodismo compite con la inmediatez de las redes sociales y la saturación de contenidos, Jany González se ha labrado un espacio propio: el de la autenticidad.
Ese espacio se sostiene en un equilibrio difícil: de un lado, el rigor del reporterismo —avalado por premios y reconocimientos en el ámbito televisivo— y del otro, la naturalidad de abrir su intimidad al público, ya sea a través de recuerdos de su infancia, confesiones sobre su vida en Cuba o la revelación de una faceta hasta ahora oculta: su pasado como taekwondoca. Para sus seguidores, esa mezcla resulta inspiradora. “Eres una guerrera”, le comentó una usuaria tras el post. “Qué versatilidad, además de buena periodista, también sabes lanzar patadas”, escribió otro.
El caso de González ilustra también la evolución del periodismo cubano en el exilio. Cada vez más, los comunicadores deben combinar múltiples plataformas —televisión, YouTube, Instagram— y al mismo tiempo reinventarse como narradores de sus propias vidas para sostener una comunidad digital activa. Ya no basta con el set de televisión: hay que estar en las redes sociales, haciendo shorts y hasta en el cara a cara con la comunidad.
En ese terreno, ella parece haberse adelantado, integrando su disciplina deportiva, su formación periodística y su capacidad creativa en un relato coherente. Con disciplina de taekwondo y sensibilidad de guitarrista, equilibra lo profesional con lo íntimo.
La periodista cubana que se dio a conocer en los estudios de televisión hoy conecta desde su canal digital con una audiencia global, y lo hace con la misma tenacidad con la que entrenaba en su niñez. Entre reportajes, guitarras y patadas de taekwondo, Jany González confirma que la versatilidad también puede ser una marca de autenticidad.
Hoy, quienes la siguen ya no solo ven a la periodista premiada, sino a la mujer que se formó entre katas, entrenamientos bajo la lluvia y amistades de barrio que todavía recuerda con cariño. El taekwondo, dice, no solo le enseñó a defenderse: le enseñó a nunca rendirse. Y quizá esa sea la clave de todo.
Cuando Jany González cuenta su historia, no lo hace como quien enumera logros en una hoja de vida, sino como alguien que conecta recuerdos y muestra de ello es su último post de Instagram al que hacíamos referencia, cuando apareció con un carrusel de fotos de infancia.
En un ecosistema saturado de creadores que buscan atajos para ganar visibilidad, Jany mezcla lo noticioso con lo personal. Puede hablar de la crisis migratoria cubana o de los desafíos de ser exiliado, pero también compartir la guitarra entre sus manos, o esas fotos de infancia que revelan la otra disciplina que la marcó.
Porque más allá de los números y las métricas, Jany González transmite algo raro en tiempos de inmediatez: la sensación de que su vida, como su periodismo, está hecha de disciplina, de historias que se cuentan con verdad y de un talento oculto que ahora conocemos, y que ayuda a entender por qué camina firme entre cámaras, seguidores y recuerdos.
¡Y claro! También deja una enseñanza a los envidiosos del medio: NO TE METAS CONMIGO.





