En una de esas clásicas contradicciones cubanas, un reportaje del Noticiero Nacional de Televisión (NTV) reconoció que, en pleno siglo XXI, muchas familias cubanas han vuelto a cocinar con leña o carbón. Una escena que parece sacada de otra época, pero que se impone en la vida cotidiana de millones. Las redes sociales estallaron con comentarios irónicos: “¡Qué creatividad!”, “¿viajamos a la Edad de Piedra?”, mientras la población consternada recordaba que esto no es creatividad, sino pura miseria.
Así lo conocimos gracias a un post que compartió en Facebook la activista conocida como Lara Crofs, donde aparece el periodista Abdiel Bermúdez reconociendo el problema; y diciendo incluso que, conseguir carbón, es difícil.
Sin embargo, llama la atención en el reportaje que el periodista, con toda la «inocencia» del mundo alude a la «Revolución Energética» que se llevó a cabo en Cuba a inicios del presente siglo. Una «Revolución» que práticamente obligó a los cubanos a depender de la energía eléctrica para cocinar y que ahora, con los cruentos apagones los tiene con el estómago vacío.
El objetivo de la fallida Revolución Energética impulsada por Fidel Castro a mediados de los 2000, según él, era ahorrar combustible importado y rediseñar el consumo energético doméstico. Se impuso el cambio masivo de electrodomésticos en los hogares: desde refrigeradores hasta ollas eléctricas, bombillas de bajo consumo y cocinas eléctricas, todo financiado con créditos del Estado.Muchas personas no pudieron pagar esos créditos luego; algunos se murieron, otros abandonaron el país.
Millones de cubanos quedaron endeudados, sin posibilidad de pagarlos. Muchas de esas deudas, luego, «se perdieron en el banco» – conozco una persona que por cierta cifra en dólares se dedicaba a desaparecer esa deuda -, lo que debido al deficiente control económico en la isla, permitió el desastre. ¡Para no hablar del robo y reventa de estos equipos!
Como era de esperar, el resultado fue otro – amén de los reportes de aparatos ineficientes, de mala calidad o de procedencia dudosa -, y los dispositivos eléctricos, lejos de ahorrar energía, se convirtieron en un nuevo costo —y un nuevo dolor— para los hogares.
¿Y cuál fue el resultado político de esta estrategia? El sistema prefirió imponer soluciones autoritarias —comprar generadores, someter a los cubanos a créditos obligatorios, promover artefactos inservibles— en vez de fomentar innovación local, energías renovables o modelos descentralizados; o siquiera, escuchar a alguien con dos dedos de frente, como el ex Ministro Marcos Portal. El atrevimiento de Portal, de encarársele a Fidel Castro y promover otra «solución» al problema, terminó costándole el puesto. Profesionales e inventores cubanos, comop él, que podrían haber aportado soluciones quedaron marginados, y muchos debieron emigrar buscando oportunidades reales, en vez de subsistir bajo promesas rotas.
Es por eso que reportajes recientes de medios independientes atribuyen la actual crisis energética a esa visión centralista, mal planificada y al totalitarismo en la toma de decisiones en la isla. Mientras, el sistema eléctrico cubano continúa obsoleto, dependiente de combustibles fósiles importados y afectado por décadas de escasa inversión estructural, como bien señala el diario español El Pais.
Hoy, cuando NTV apunta a la “creatividad del pueblo” que improvisa con leña y briquetas, es justo preguntarse: ¿de qué revolución hablan? ¿Creen que lo extraordinario es preparar la comida como en el siglo XIX? No. La realidad es que los cubanos merecen dignidad, servicios reales, un sistema fiable. Lo que necesitamos no es fuego artesanal ni aplausos por sortear el desastre, sino un gobierno responsable que asuma la historia energética y ofrezca reparaciones reales. No más mitos: tiempo ya de soluciones, no simulacros.





