En la oriental Santiago de Cuba, donde el son y la conga solían marcar el pulso de la vida diaria, los últimos meses han estado atravesados por escenas de brutalidad que erosionan la sensación de seguridad en las calles. La más reciente ocurrió en la intersección de Trocha y Cristina, cuando un hombre atacó a varias mujeres en plena vía pública, dejando imágenes y testimonios que circulan ahora en redes sociales como prueba del deterioro social que enfrenta la segunda ciudad más poblada del país.
Desde la década del 90, cuando la crisis del Período Especial golpeó con mayor crudeza a Santiago, la urbe ha cargado con un estigma de marginalidad y violencia. No es un fenómeno nuevo, pero el incremento de episodios en lugares céntricos apunta a un agravamiento que coincide con la actual crisis económica, la expansión del mercado informal y la precariedad de la vida urbana. El incidente de este domingo, documentado por el periodista independiente Yosmany Mayeta Labrada, muestra cómo la violencia de género, la inseguridad ciudadana y la ausencia de fuerzas del orden convergen en un mismo escenario.
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De acuerdo con la denuncia publicada en Facebook, el agresor golpeó a una mujer hasta derribarla, arrastró a otra por el cabello y lanzó golpes al rostro de una tercera. Las imágenes compartidas no son de alta calidad, pero ofrecen un primer indicio de la identidad de los atacantes. Labrada pidió colaboración ciudadana para dar con el paradero del agresor, en un ejercicio de justicia comunitaria que recuerda la tradición santiaguera de resolver en colectivo lo que las instituciones no cubren. Sin embargo, el hecho de que la denuncia se haya viralizado antes de tener respuesta oficial subraya la falta de inmediatez policial.
Las reacciones no tardaron en aparecer. Algunos usuarios reclamaron directamente: “¿Y dónde está la policía? Nadie hace nada, vergüenza de provincia”. Otros apelaron a la indignación colectiva: “Ya esto se fue de control, cundirá el pánico y no podremos salir”. No faltaron comentarios que responsabilizaron a las víctimas por presuntamente dedicarse a la prostitución, dada la reputación de esa esquina. “Todos sabemos qué hacen esas mujeres ahí, esa es la vida que ellas eligieron”, escribió un usuario, reflejando los prejuicios que aún atraviesan el debate sobre género y violencia en Cuba. Paralelamente, voces críticas apuntaron al Ministerio del Interior: “Ahí debía permanecer un policía permanente y no es así, o una patrulla cada 30 minutos”.
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Estos testimonios digitales se producen en un contexto marcado por una escalada de incidentes violentos. En días recientes, dos apuñalamientos en un mismo día encendieron las alarmas en la ciudad. Semanas antes, una trifulca frente a un taller de celulares quedó registrada en video, con varios hombres golpeándose en plena vía pública. Y en otro episodio, un hombre fue atacado con un machete, hecho que volvió a exhibir la proliferación de armas blancas y la limitada capacidad de contención de las autoridades. En conjunto, estas escenas hablan de una naturalización de la violencia callejera como forma de resolver disputas cotidianas.
