Tuit de Bruno Rodríguez en defensa de represores detenidos en EE.UU. deja muchas preguntas abiertas

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Un reciente tuit del canciller cubano Bruno Rodríguez ha encendido las alarmas, no por lo que dice literalmente, sino por lo que insinúa y, sobre todo, por lo que omite. En su publicación, el funcionario arremete contra el gobierno de Estados Unidos, acusándolo de “perseguir a migrantes cubanos con vínculos con su Patria” y “separar familias” mediante una política de “asfixia económica”. El mensaje aparece acompañado de una imagen que muestra a un hombre siendo arrestado por agentes del ICE, sin mayor contexto.

Más allá del dilema conocido por todos de quién es quién separa a la familia cubana, lo interesante del mismo es que llega apenas horas después de conocerse el arresto en suelo estadounidense de un conocido represor cubano apodado «Veguita», y días después de que fuera detenido también el mejor amigo del nieto de Raúl Castro. Ambos individuos, según fuentes cercanas a las investigaciones, estarían bajo sospecha de haber ingresado a EE.UU. no solo como simples migrantes, sino posiblemente con misiones encubiertas: quién sabe si labores de inteligencia, lavado de activos o incluso inflar con dólares frescos el aparato económico del régimen cubano.

La publicación de Bruno Rodríguez, por tanto, parece algo más que una defensa genérica de los migrantes cubanos. No habla de balseros, ni de solicitantes de asilo perseguidos por disentir del sistema. Habla de personas con “vínculos con su Patria”, una expresión cuidadosamente ambigua que puede significar tanto lealtad política como colaboración activa con el aparato de inteligencia o económico del gobierno cubano. ¿A qué tipo de migrantes está defendiendo realmente el canciller?

La ambigüedad no es inocente. En un contexto donde múltiples operativos en EE.UU. han destapado redes de influencia, infiltración y lavado vinculadas al régimen cubano, el tuit de Rodríguez parece más bien un mensaje de respaldo a agentes o simpatizantes del sistema que han sido sorprendidos in fraganti. Lejos de pedir justicia o transparencia, el canciller opta por el victimismo: convierte en víctimas a quienes, según los reportes disponibles, podrían haber sido instrumentos de un Estado acusado de reprimir, espiar y empobrecer a su propio pueblo.

El silencio sobre los motivos reales de los arrestos no es una omisión casual. Rodríguez no niega los cargos, no presenta pruebas de inocencia, no exige debido proceso. Solo lanza una consigna contra EE.UU., intentando diluir la gravedad de los casos en una narrativa repetida de bloqueo y persecución.

La pregunta de fondo sigue abierta: ¿por qué el gobierno cubano se moviliza con tanta rapidez para defender a estos individuos? ¿Qué papel jugaban? ¿Qué saben? ¿A quién podrían comprometer si deciden hablar? Y más aún: ¿cuántos más como ellos han entrado en los últimos años a Estados Unidos aprovechando vías migratorias que, irónicamente, han sido defendidas por sectores que se oponen al régimen?

Con este tuit, Bruno Rodríguez no solo da señales de preocupación. Deja entrever que, incluso fuera de Cuba, el régimen sigue considerando a sus operadores como piezas estratégicas. Y cuando caen, no por razones políticas sino por delitos concretos, la respuesta oficial no es asumir responsabilidades, sino protegerlos con una retórica que ya no engaña a nadie.

Sin dudas un tuit desafortunado, sacado en el peor momento y que sí, deja muchas lecturas abiertas que todas, absolutamente todas, apuntan a La Habana. Un tuit que por supuesto, recibió cientos de respuestas en su contexto más verdadero

Reacciones al tuit de Bruno Rodríguez: una avalancha de verdades incómodas

La intención del canciller Bruno Rodríguez de proyectar al gobierno cubano como víctima de la política migratoria estadounidense no solo fue recibida con escepticismo, sino que desató una oleada de respuestas que desmontan su discurso con una claridad demoledora. Desde múltiples partes del mundo, cubanos de a pie, exiliados, emigrantes recientes y usuarios anónimos recordaron que la separación de las familias cubanas no empezó en Washington, sino en La Habana.

“Los únicos culpables de separar a las familias cubanas han sido ustedes, desde 1959 esa maldita revolución está separando familias”, escribió @Taoro8, en una respuesta que resume el sentir de miles. La separación no es una consecuencia del “bloqueo”, como insiste el régimen, sino una política sostenida por el castrismo, desde los fusilamientos y expulsiones iniciales, hasta las recientes estrategias migratorias que, como recordaron otros usuarios, sirven tanto para recaudar dólares como para controlar el descontento social.

¿No recordamos que somos los que permitimos el éxodo masivo de nuestros jóvenes por Nicaragua?”, preguntó @perez_evel94575, refiriéndose al tráfico migratorio organizado y tolerado desde la isla, que generó ingresos al Estado a costa de la desesperación de cientos de miles. Lo que el canciller llama “familias separadas” ha sido durante décadas una herramienta de presión política y económica: primero se obliga a la gente a irse, luego se les chantajea con sus familiares que quedan atrás.

Muchos recordaron frases emblemáticas del desprecio institucional cubano hacia sus emigrados: “no los queremos, no los necesitamos”, como señaló @AndyGonz12. También apuntaron a la hipocresía de quienes hoy se dicen dolidos por la fragmentación familiar, cuando durante años convirtieron la reunificación familiar en un arma de chantaje diplomático, moral y económico.

La defensa de Bruno, leída a contracorriente de la historia real del éxodo cubano, solo refuerza la percepción de un Estado que sigue utilizando a su diáspora como mercancía y herramienta de presión. Como bien apuntó @Yemxy Perez: “carecen de moral y escrúpulos cuando ustedes son los causantes de la separación de la familia, para después utilizar los de dentro como moneda de cambio para oxigenar su nefasta economía”.

Si algo dejó claro la respuesta ciudadana al tuit de Bruno Rodríguez es que ya nadie compra el discurso de víctima. Porque los que de verdad han separado a las familias cubanas siguen en el poder. Y tuitean.

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