Díaz-Canel en una encrucijada para llegar al término de su mandato en 2028

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Cuba está viviendo posiblemente la peor crisis desde hace más de cuatro décadas o desde el propio triunfo de la llamada revolución. El contexto desde las fechas mencionadas no es el mismo, evidentemente.

En aquellos tiempos la mayoría de los cubanos creía en el futuro de la llamada revolución cubana, en alcanzar el horizonte promisorio que Fidel Castro les ofrecía en discursos que duraban horas y horas y al final los oyentes bajo el sol no entendían muy bien de qué iba Castro pero se convencían de que algo mejoraría al menos por aburrimiento.

Ahora que el futuro nunca llegó, o si lo hizo fue en forma de miseria y pobreza acrecentada, y con el sistema de salud pública colapsado y la gran mayoría del pueblo sin poder acceder a alimentos debido a un sueldo de miseria, no existen los discursos de Fidel Castro y los de Díaz Canel solo repiten los que dio en su momento el fallecido político cubano, sobre el que se sustenta cualquier llamado a la resistencia que hace el mandatario cubano y su cúpula.

Hoy en Cuba no hay casi nada para el pueblo común y corriente. Solo precios abusivos de alimentos impagables, apagones que pueden extenderse durante más de 13 horas o más, las farmacias sin medicamentos y un pueblo que resiste porque no le queda más remedio. Y lo hace, es cierto, creativamente. Pero no cómo diría Canel en sus discursos con las muletillas de siempre que aluden como una suerte de salvavidas a las frases de Castro ( el fallecido) para tratar de calzar su mensaje y remover alguna fibra a los que todavía creen en el proyecto político que ya no se sabe bien a qué ideología representa. Resiste con remesas, enfrascado en una bien establecida red de corrupción o con la colaboración de vecinos o amigos que dan una mano para que sus compatriotas sobrevivan.

La realidad que vive el país no le gusta a nadie. Ni a los detractores, que son mayoría,  ni a los partidarios que cada vez son menos. No solo la realidad sino la dirección en que se está moviendo. Para que un proyecto subsista debe existir una luz al menos para el pueblo común y corriente. Y nadie en el (otro) poder está interesado en que no haya opciones porque en ello va la estabilidad del país o al menos la posibilidad de ganar tiempo para alguna reforma que de un poco de esperanzas a un país sin esperanzas y poder seguir manteniendo los privilegios evidentes de su  clase política. Posiblemente la evidente visibilidad que ha ganado Sandro Castro y las nuevas revelaciones sobre la vida de lujos de ·” El Cangrejo” sean las pruebas más evidentes de que ese poder a la sombra no le interesa en lo más mínimo perder sus evidentes prebendas.

De ahí que Canel está en una encrucijada en la que le va el puesto y no se nota ninguna posibilidad de que encuentre algún sostén para mejorar la crisis cubana. Porque ni China ni Rusia, dos de los principales aliados de La Habana, han ofrecido propuestas concretas para ayudar al régimen isleño, solo promesas y alguna que otra ayuda en la instalación de los equipos para la energía solar. Además de millones de dólares rusos para la remodelación de termoeléctricas que no se saben dónde han ido a parar. El régimen de Maduro, por su lado, se está afianzando con sus operaciones con la compañía petrolera Chevron impulsadas por la pragmática administración Trump.

En este sentido cabe preguntarse si el actual presidente cubano podrá cumplir su mandato o si algunos desde el máximo poder en la isla consideren prudente su renovación bajo cualquier excusa para al menos darle un poco de aliento a un pueblo que literalmente vive en las sombras.

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