En un pequeño poblado perteneciente al municipio de Perico en la provincia de Matanzas, se ha confirmado un brote de chikungunya. Las autoridades sanitarias reportaron un incremento significativo de casos con fiebre inespecífica desde principios de julio, y el Instituto Pedro Kourí de Medicina Tropical en La Habana detectó el virus en varias muestras, además de activar un plan de contingencia con fumigación, larvicidas y búsqueda activa de casos casa por casa, pero… los habitantes creen que es algo peor.
Los síntomas observados incluyen fiebre alta, dolor articular severo e inflamación; otros signos posibles son fatiga, náuseas, cefalea y erupciones cutáneas. Aunque la mayoría de los casos (98 %) se manejan de forma ambulatoria con tratamiento sintomático y la infección confiere inmunidad de por vida, se considera vulnerable a los bebés, adultos mayores y personas con comorbilidades.
Sin embargo, en medio de este anuncio oficial, muchos residentes de Perico expresan profunda desconfianza en el Ministerio de Salud Pública (MINSAP). En audios y publicaciones en redes, vecinos señalan que “aquí hay algo más y ellos no lo quieren decir” y aseguran que “están recogiendo a todas las embarazadas” para internarlas en clínicas, lo cual aumenta la alarma colectiva, según recogió el periodista Alberto Arego en su perfil de Facebook.
Una fuente local afirmó que un fallecido fue registrado como muerto por vejez en su certificado, “y eso no es verdad”, sugiriendo que hubo ocultación de causas reales detrás del deceso. Otros comentan que “Chikungunya y dengue y Zika siempre existieron”, pero que lo que ocurre ahora “no es nada de eso”, insinuando que las autoridades utilizan ese diagnóstico como cortina de humo.
Las dudas y recelos no son infundadas. El régimen cubano manipuló como quiso las cifras de fallecidos durante la pandemia de Covid-19 y eso, como reza el refrán, lo sabe hasta el gato. Además, es tradicional que los medios de la isla hagan silencio y secreto ante lo ignoto, como sucedió cuando el azote de la neuritis, que hasta le costó el puesto a un Ministro de Salud por contradecir al entonces viviente Comandante en Jefe, Fidel Castro.
Un vecino comentó: “Aquí no pasa nada de eso… no fumigan ni limpian, pero vienen desde La Habana y Matanzas todos los días. Aquí hay algo más…”
Con esos truenos, nadie duda de que algo peor este ocurriendo y las dudas se intensifican frente a condiciones de vida deterioradas: falta de agua potable, apagones constantes, insalubridad ambiental y escasez de medicamentos; además de la mala alimentación. Una especie de cóctel letal que sabe Dios por dónde ha reventado o reventará algún día. La percepción general es que, sin medidas reales de saneamiento e infraestructura, la crisis podría ser más grave que un brote viral aislado.
La tensión entre la versión oficial—que describe una respuesta sanitaria activa—y el escepticismo comunitario revela una brecha crítica de confianza. Habitantes insisten en que no se les informa con transparencia y advierten que el verdadero problema podría ser otro: más allá de arbovirosis conocidas, podría tratarse de una emergencia sanitaria provocada por colapso estructural.
Mientras tanto, en Cuba ya se registran cinco casos críticos de dengue, aunque no se ha esclarecido ninguna muerte reciente por esta causa. En este entorno epidemiológico complejo, la población exige claridad y una gestión pública que no solo diga lo que sucede, sino que lo muestre con verdad y resultados concretos.
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