En un momento histórico en que el drama migratorio se respira a ambos lados del estrecho de la Florida, el actor, realizador y humorista Alexis Valdés ha decidido hablar claro. No lo hizo desde un escenario ni en medio de un sketch humorístico. Esta vez, su tribuna fue Instagram, y su mensaje, una defensa frontal -y profundamente humana- de quienes abandonan sus países buscando un respiro, una segunda oportunidad, una vida mejor.
Valdés, rostro querido por los cubanos tanto dentro como fuera de la isla, publicó un video que toca una fibra compartida por millones: “¿Puede un ser humano ser considerado ilegal?”, se preguntó con serenidad, pero sin ambigüedades. “Una conducta puede estar fuera de la ley, pero una persona… ¿Quién está antes? ¿El ser humano o la ley?”. En su reflexión, el artista pone sobre la mesa una verdad incómoda: cuando las leyes olvidan la humanidad, dejan de cumplir su propósito.
Su mensaje llega justo cuando el discurso antiinmigrante ha vuelto a tomar fuerza en Estados Unidos de la mano del presidente Donald Trump. Su administración ha endurecido las deportaciones y ha insistido en etiquetar como criminales a quienes cruzan la frontera sin papeles. En ese contexto, las palabras de Alexis no son solo una opinión: son un gesto de resistencia ética y de memoria emocional.
“Ningún ser humano debería ser considerado ilegal”, afirmó en su publicación. Y añadió, con la lucidez que lo caracteriza: “Las leyes deberían estar al servicio de los seres humanos. No los seres humanos al servicio de las leyes”. Ese principio, simple en apariencia, cuestiona directamente el paradigma de quienes dictan normas desde el poder sin haber vivido en carne propia lo que es dejarlo todo y empezar de cero.
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Mientras tanto, en el epicentro del poder político, Marco Rubio, uno de los rostros cubanoamericanos más influyentes en Washington, defendió una postura radicalmente distinta. Calificó como “absurda” la idea de permitir el ingreso de todos los migrantes, e insistió en que se deben aplicar filtros rigurosos que, según sus propias palabras, relegan incluso la reunificación familiar -un derecho históricamente esencial para los cubanos- a un segundo plano.
Este cruce de visiones pone en primer plano una de las heridas abiertas más dolorosas para la comunidad cubana actual: la del migrante que no solo carga con el peso de cruzar fronteras, sino también con la estigmatización, la desconfianza institucional y la mirada juzgadora de sus propios compatriotas en el exilio.
La voz de Valdés resuena como un eco de lo que muchos sienten pero no se atreven a decir. No es un gesto político, sino profundamente humano. Es, además, un recordatorio de que detrás de cada solicitud de asilo, de cada cruce por el río Bravo, de cada balsero que se lanza al mar, hay una historia que merece ser contada con respeto.





