El cantautor cubano Raúl Torres, conocido por cantarles a los muertos célebres, no pierde pizca de tiempo. El Papa Francisco ya está en su catálogo musical
Nuestro necrotrovador tiene una mano encendida. El muerto al hoyo y Torres al pollo
Raúl Torres, el trovador oficial del panteón político latinoamericano, ha vuelto a las andadas. Y esta vez no esperó ni que se enfriara el Vaticano: ya tiene canción dedicada al recientemente fallecido papa Francisco.
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El título del tema es “Entre clavos y madera”, y lo interpreta Pedrito Beritán —quien también ha incursionado en la balada política—, aunque todos sabemos que el alma necrolírica es 100% propiedad del trovador cubano.
La canción, compartida a bombo y platillo por teleSUR, es un homenaje sentido (demasiado sentido, quizás) al papa que según Torres “los cubanos queríamos mucho” y que, por supuesto, “ayudó mucho a nuestros procesos”, frase que, en el diccionario revolucionario, significa algo así como “nos cayó bien porque no nos criticó demasiado”.
La letra de la canción es un viaje poético en el tren de la melancolía institucionalizada, con pasajes como:
“¿Quién puede dar más amor a la tierra / que un ser que sea engendrado por ella?”
“No hay sed de sepelios a un verdadero evangelio…”
Y uno empieza a preguntarse si es canción, epitafio o propuesta de canonización exprés. En cada verso, Torres nos regala imágenes como “madres dormidas en las aceras” y “voz del regaño más oportuno”, cual si estuviéramos ante una versión caribeña del profeta Isaías… o de Silvio Rodríguez con complejo de funeral de Estado.
Como era de esperar, la canción no es solo un homenaje, sino un ejercicio de posicionamiento. Porque ya se sabe: si alguien importante muere y Raúl Torres no le escribe una canción, ¿realmente murió? Chávez, Fidel, y ahora Francisco: el trío de santos laicos y pontificios del trovador de las despedidas. No en vano en las redes sociales muchos lo apodan con humor (¿o con resignación?) el «Necrotrovador», por su habilidad de componer cuando alguien deja este mundo… y solo entonces.
Torres, sin embargo, no deja espacio para la autocrítica ni la mesura. Dice con solemnidad:
“Es algo inspirado por sus acciones, algo que también quedará como recuerdo de las buenas acciones de nuestro Santo Padre.”
Uno se pregunta si no está describiendo una figura religiosa… o un héroe de historieta revolucionaria. La ambigüedad viene bien, sobre todo cuando se necesita que la canción funcione tanto en La Habana como en Caracas, y no haga mueca ningún cardenal en Miraflores.
Y por si fuera poco, en la canción —que ya circula por TikTok y otros espacios del dolor digital—, no falta la clásica metáfora torresiana de las vigilias sinceras, los clavos y la madera. Porque ¿qué sería un homenaje sin esas dosis de martirio reciclado?
Pero más allá del sentimentalismo y la devoción post mortem, queda la gran pregunta: ¿es esta una expresión artística legítima o la confirmación de que a Torres lo mueve más la parca que la musa? En tiempos en que los músicos se inspiran en la vida, Torres parece tener un contrato exclusivo con la muerte. No la suya, claro: la de los demás.
Por lo pronto, no queda más que esperar a ver a quién le compone la próxima oda. Porque en la agenda necrológica del trovador, siempre hay espacio para otro caído ilustre.
