Erin Langworthy: la mujer que sobrevivió a una caída de 110 metros de altura

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Erin Langworthy bien pudiera ser llamada la mujer milagro. En el año 2012 ella cayó desde 360 pies de altura cuando, la cuerda elástica que la sujetaba se rompió. Ahora, diez años después de aquel suceso que marcó su vida para siempre recuerda que, el día anterior, ella había bromeado sobre su muerte.

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Sucedió en Zambia. Erin Langworthy se encontraba más que lista para saltar desde lo alto de un puente sobre el río Zambezi en las Cataratas Victoria.

Erin Langworthy viajaba por África y decidió saltar ese día. Necesitaba algo de adrenalina para su cuerpo; pero lo que por poco no vive para contarlo.

Fue la persona número 105 en saltar aquel día. Dice que se sintió nerviosa, pero nunca pensó que algo podría salir mal.

«Me paré en la plataforma, me miré los tobillos, que habían estado atados con correas, y me preocupé en voz alta de que mis pies se saldrían. Alguien dijo que sería lo último que pasaría. ‘Antes de saltar, pensé: ‘¿Qué estoy haciendo tirándome de un puente?’ “Pero estaba atrapada en el momento, y simplemente abrí los brazos y caí hacia adelante. Todo pasó a toda velocidad en un borrón azul verdoso. La prisa fue increíble,» contó Erin Langworthy una década después al diario The Guardian.

Su cuerpo, en teoría, quedaría a unos centímetros del piso antes de ser halado hacia arriba por la cuerda elástica, pero no sucedió así. La cuerda que la sujetaba se rompió, y Erin Langworthy cayó en picada hacia el río.

Lo peor, fue la sorpresa; esa que te paraliza y no te hace pensar correctamente. O el susto, que envía señales del cerebro a los órganos del cuerpo y de pronto, tu pulso se agita como no tienes idea.

Un amigo, que estuvo a punto de morir en un accidente en el Palmetto, en la ciudad de Miami, vio delante de sí un carro dar vueltas y venírsele encima. En el último salto brincó por encima y rozó el techo de su auto. Se salvó de milagro y conservó un recuerdo, dice: su Apple Watch le registró 147 pulsaciones por minuto. Y fue en cuestión de tres segundos. Cuatro. Cinco.

A Erin Langworthy debe haberle sucedido algo parecido. Su corazón debe habérsele disparado. Algo parecido a salírsele del pecho.

Dice que después de unos segundos, sintió «una sacudida en el pecho.»

«Parecía como si redujera la velocidad por un segundo, luego aceleré. Entonces me sentí golpear el agua, fue entonces cuando me di cuenta de que algo había salido mal.»

Imágenes grabadas ese día sirvieron para descubrir qué fue lo que sucedió.

Según recuerda Erin Langworthy ahora, la cuerda se rompió en la parte superior.

Conocida como «bungee», esta cuerda está hecha de un material resistente y elástico. Que se rompan, es un milagro. Pero ha sucedido otras veces. Más que todo, por una mala sujeción.

Erin Langworthy tuvo suerte. La cuerda se rompió cuando ella estaba a unos 40 metros del agua. De haberse roto un poco más arriba quizás, esta historia no tuviese un final feliz. Así describió ella su caída; su impacto contra el agua.

«El sonido de las burbujas era muy fuerte. Sentí como si me hubieran abofeteado por todas partes. Mis manos habían impedido que golpeara el agua de cabeza y me desmayara. Mis pulmones ardían y yo luchaba por respirar.»

Según cuenta, esa mañana ella había visto cocodrilos en el agua, pero su preocupación ahora no eran los cocodrilos, sino la parte de la cuerda que todavía estaba sujetada a sus pies.

«La cuerda elástica se había roto cerca de la parte superior, por lo que todavía tenía unos 30 metros atados a mí, que seguían enganchados».

El peso, la altura de la caída, la llevaron al fondo de la superficie.

Erin fue arrastrada río abajo y en un momento quedó atrapada debajo de la superficie.

Así lo narró ella tiempo después.

Segundos, que parecieron horas, pasaron entre su impacto contra la superficie del río y su rescate. Recuerda que con la cabeza ya fuera del agua, empezó a toser sangre.

«Empecé a preocuparme por las lesiones internas. Me sentí exhausta y luché por procesar lo que había sucedido. Salté a las 5:30 p. m. y no llegué al hospital en Victoria Falls hasta las 11 p. m. Me pusieron un ventilador y necesitaba un ultrasonido y ver a un especialista en pulmones.

“Me dieron una gran dosis de antibióticos; los médicos estaban preocupados por la cantidad de agua sucia que había ingerido. Las radiografías no mostraron huesos rotos, pero mis pulmones habían colapsado parcialmente.

«Los muchachos de la compañía de bungee me visitaron en el hospital. Se disculparon mucho y se sorprendieron de que hubiera sobrevivido. Después del accidente, Erin Langworthy llamó a su madre.

Un día antes del salto le había enviado a su madre una postal diciéndole que saltaría en bungee.

«Mañana voy a hacer un salto en bungee, así que me despediré … ¡solo bromeo!,» decía la postal.

Días después, le dijo ya recuperada a ABC NEWS sobre el salto:

«Fue mi primera y última vez».

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