El post de El Gato de Cuba sirvió para que cientos de comentaristas le expresaran desde distintas partes de Cuba que la situación de ellos con el agua es igual, muy parecida, o peor.
El comediante y creador de contenido Yoandi Montiel Hernández, conocido como El Gato de Cuba, volvió a encender las redes con un post que mezcla humor y denuncia sobre la vida diaria en la Isla, más específicamente con el agua.
En un mensaje que acumula cientos de reacciones y comentarios, Montiel bromea con estar en “survival mode” ante la combinación de apagones y cortes de agua que, según él y múltiples usuarios, golpean a distintos barrios.
“El que crea que esta cubeta es pa’ bañarme, se guayó… ¡aquí guardo mi agua pa’ beber!”, escribió, rematando con hashtags como #apagonesencuba y #cubalibre.
El tono jocoso —marca de la casa— llegó acompañado de un retrato crudo: “Esto ya no es Cuba, esto es un reality show de resistencia extrema, versión Caribe”. La contradicción que propone el Gato le habla de frente a una audiencia que, en los comentarios, alterna carcajadas nerviosas con frustración: “Se ríen pero es la realidad de nuestras familias en la isla”, lamentó una usuaria. Otra resumió el malestar: “Ya no hay corriente ni agua; el baño es opcional, pero el buchito de agua es sagrado”.
Más allá del chiste, el hilo de respuestas dibuja una radiografía del día a día: vecinos que llevan semanas sin bombeo, madres improvisando con agua de lluvia, y enfermos que no pueden cargar cubos. “En 10 de Octubre llevamos días sin agua”; “En Cojímar no hay ni habrá para varias cuadras”; “Aquí en el Vedado, mujeres cargando cubetas; cuando llueve, todo el mundo saca recipientes”, se lee. Varios señalan además que la intermitencia eléctrica impide bombear, agravando la escasez.
Otros comentarios cruzan la línea del humor hacia la indignación: “Lo están tomando a juego, pero nos están matando de a poco”; “Esto no es para reír, es para llorar”; “Cada día peor: sin luz, sin agua, sin gas…”. También aparecen llamadas a la solidaridad vecinal y a “no normalizar la miseria”, mientras se multiplican las anécdotas de barrios donde los carros cisterna aparecen “si hay dinero”, o no aparecen.
El post del Gato funciona como disparador colectivo: cientos de cubanos dentro y fuera del país convirtieron la publicación en una ventana de denuncias, con ubicaciones que se repiten (El Mónaco en Diez de Octubre, partes del Vedado, Pinar del Río, La Palma, Cojímar) y una sensación común de agotamiento emocional. “Esto enferma hasta al más equilibrado”, escribió alguien; “No sé si reír o llorar”, confesó otra persona.
En ese cruce de sátira y testimonio, Montiel vuelve a poner el foco en lo esencial: la grave crisis que hay en Cuba con el agua y electricidad. Su frase —“No es para bañarme, es para tomar”— es más que un remate cómico: es una alerta sobre cómo, según los propios usuarios, la supervivencia cotidiana en muchos barrios se ha reducido a prioridades básicas. El humor, esta vez, no disimula la urgencia: la visibiliza.
