Han pasado tres años exactos desde la explosión del Hotel Saratoga en La Habana, y quienes vivían en el edificio colindante de Prado 609 siguen esperando una solución que nunca llega. El lugar, aún en ruinas, se ha convertido en símbolo de promesas rotas y abandono institucional.
Desde el 6 de mayo de 2022, 27 familias fueron desplazadas de sus hogares. La mayoría permanece albergada en condiciones precarias en la Villa Panamericana. Otros, cansados de esperar, han optado por marcharse del país. Y los que se quedan repiten, cada aniversario, el mismo reclamo: no hay respuestas, no hay avances, no hay responsables.
En agosto de 2024, los vecinos llevaron cartas al Gobierno de La Habana, a la Asamblea Nacional y hasta a GAESA, quien respondió que el asunto no era de su competencia. Las otras dos entidades, según los afectados, se limitaron a pasar la pelota: “el encargado es el jefe de construcciones del gobierno de La Habana”, les dijeron.
En abril de 2025, una de las vecinas solicitó un encuentro con Namán Morales, el supuesto responsable del caso. Su asesora pidió que llamaran “en unos días”. Quince días después, la respuesta seguía siendo la misma: “no hemos podido hablar con él”.
Oficialmente se les prometió que podrían regresar a sus viviendas en agosto de 2025. Hoy, mayo, ni siquiera hay cemento. “Extraoficialmente”, lo poco que hay son cabillas que ya comienzan a oxidarse. La reconstrucción es una quimera, y la ilusión de muchos ya no existe.
Las voces en redes sociales lo resumen todo: “parole, parole, parole”, ironiza uno, recordándonos no que les den a los damnificados un Parole Humanitario, sino la mítica canción interpretada por la cantante italiana Mina, tan popular en Cuba en los años 70´.
“Es una falta de respeto lo que hacen con nosotros”, denuncia Clarita. “El gobierno son vaqueros, el pueblo las vacas y Cuba el gran corral”, sentencia Ángel Sojo. Y desde la impotencia, otros se suman: “los años se convierten en siglos”, “no veo solución por ningún lugar”, o “seguimos esperando, aunque sabemos que no cumplirán el plazo”, se puede leer en una publicación vista en redes sociales.
La situación de los vecinos de Prado 609 no es un caso aislado en Cuba. Miles de cubanos han vivido durante años en albergues o viviendas temporales después de que sus hogares fueran destruidos por fenómenos atmosféricos como huracanes. Estas personas, conocidas como «albergados» o «damnificados», enfrentan condiciones precarias y una falta de soluciones habitacionales permanentes.
Según informes, muchas de estas familias residen en albergues estatales donde las condiciones son deplorables: hacinamiento, falta de privacidad, mala alimentación y escasa atención por parte del Estado. A pesar de las promesas gubernamentales, la realidad es que la reconstrucción de viviendas avanza a un ritmo extremadamente lento. Por ejemplo, tras el paso de los huracanes Óscar y Rafael, solo el 8% de las viviendas dañadas han sido reconstruidas, dejando a miles de personas en condiciones de vida inadecuadas.
La falta de respuesta y acción por parte de las autoridades ha llevado a una pérdida de esperanza entre los afectados. Muchos sienten que han sido olvidados y que sus necesidades básicas no están siendo atendidas. Esta situación refleja una crisis más amplia en el sistema de vivienda en Cuba, donde la combinación de desastres naturales, infraestructura envejecida y una gestión gubernamental ineficaz ha dejado a numerosos ciudadanos en una situación de vulnerabilidad extrema.
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