La entrevista entre Ignacio Ramonet y Miguel Díaz-Canel, más que una exploración crítica de los desafíos y políticas del gobierno cubano, se presenta como un acto de propaganda descarada. Las preguntas suaves y las respuestas sin oposición refuerzan la narrativa oficial sin ofrecer espacio para el disenso o la verdad. La respuesta de críticos como José Raúl Gallego subraya la creciente desconfianza en las intenciones de Ramonet y pone de relieve la necesidad de un periodismo independiente y valiente que ponga en jaque al poder y no se someta a él.