Un desastre que no es solo económico, ni solo climático, ni solo sanitario, ni solo político, sino la suma de todos ellos sobre una población agotada, enferma, mal alimentada y sin horizonte claro dentro de su propio país. Lo que está en juego hoy no es la retórica de la “resistencia” ni la épica de las sanciones, sino la posibilidad misma de que esa sociedad siga funcionando sin romperse del todo.
Más allá de la cifra, lo que queda es la pregunta incómoda: ¿por qué una madre cubana tiene que esperar a hacerse viral, llorando en un parque con sus niños hambrientos, para que aparezca una red de ayuda que le ofrezca lo que el Estado no ha sido capaz de garantizarle? La colecta de más de tres millones de pesos habla de una solidaridad enorme, pero también de un vacío igual de grande.
Gairhan, de 40 años, creó en 2019 Buen Sabor Tours, una iniciativa que llevó a cientos de estadounidenses a conocer la gastronomía cubana bajo la licencia “Support for the Cuban People” de la OFAC, un mecanismo que permite viajar a la isla siempre que se apoye directamente a ciudadanos y emprendimientos privados.
Nada de lo que pueda decir el oficialismo sobre cargamentos de ayuda logran borrar el contraste entre los anuncios y escenas como estas: una madre en Holguín pidiendo solo comida para cuatro niños, una anciana tirada sobre un amasijo que debería ser un colchón, comunidades enteras aún esperando algo tan básico como una cama y un techo seco.
El hambre no espera a que se destraben las negociaciones en Washington. Mientras tanto, la vida sucede: un niño que desayuna en la escuela porque en casa no alcanzó, una madre que cambia una cena por dos meriendas, un jubilado que divide la pastilla para que dure el mes. La combinación de inflación, alquileres altos y cortes en la cadena de suministro de alimentos ha dejado a muchas familias sin margen. SNAP era ese respiro. Si falta, la ciudad tendrá que respirar por ella.
Memeño tiene nombre, edad, historia y hambre. El post que lo visibiliza no resuelve el problema, pero lo pone en agenda. A partir de ahí, la pelota rebota entre vecinos, iglesias, colectivos, autoridades locales y quien pueda articular la ayuda real: techo, comida, tratamiento —si lo requiere— y, sobre todo, dignidad.
Cuba enfrenta una de las peores crisis económicas de su historia, con una disparidad enorme en la distribución de recursos, a lo que se suma la falta de suministros básicos como agua potable y electricidad. Y los niños son los más vulnerables.
La combinación del envejecimiento poblacional y la crisis alimentaria pone de manifiesto la urgente necesidad de adoptar medidas efectivas para garantizar el bienestar de la población cubana. La estructura demográfica de Cuba tiene implicaciones directas en el desarrollo y la sostenibilidad del país, y es esencial tomar decisiones estratégicas para enfrentar estos retos.