Cuba carga con décadas de deterioro, pero su futuro podría ser radicalmente distinto si cambia las reglas que hoy frenan cualquier progreso. La isla posee ventajas estratégicas —posición geográfica, capital humano, diáspora conectada— que han permitido a otros países similares transformarse tras abandonar modelos cerrados. Vietnam, Polonia o Panamá muestran que, con instituciones estables, propiedad privada y apertura al mundo, la recuperación es posible. El potencial de Cuba no es una fantasía; es una oportunidad concreta que depende de decisiones internas, no de milagros externos.