las publicaciones terminan de la misma manera: pidiendo que cualquier persona que haya visto a estas mujeres o a este joven en Guyana, se comunique a los números de contacto que dejaron sus familiares.
Más allá de este caso, la publicación ha reactivado conversaciones sobre la cantidad de historias inconclusas que dejó aquel éxodo y sobre la necesidad de articular redes cívicas que ayuden a cruzar datos de manera responsable, protegiendo la privacidad pero favoreciendo los reencuentros. Para Marta, Roberto y Esteban, se trata, ante todo, de un acto de memoria: saber qué fue de su madre y, si es posible, volver a abrazarla. Si no, al menos conocer su destino para poder cerrar una herida que lleva 45 años abierta.
Dos historias distintas, un mismo mapa de vulnerabilidad. El itinerario que lleva a muchos cubanos hasta Rusia, ya sea por promesas laborales o por el señuelo de un pasaporte y un pago rápido, choca de frente con la realidad de un país en guerra y con un sistema migratorio opaco para los recién llegados. Hoy, la familia de Yoelsi espera señales desde un frente que traga nombres; la de Jonathan, una puerta de salida desde un centro de retención. En ambos casos, la visibilidad es la primera herramienta para romper el bloqueo del silencio.
Las familias, desesperadas, confían en que la ciudadanía pueda hacer lo que hasta ahora las autoridades no han logrado: encontrarlos y traerlos sanos de vuelta a casa.
Todo comenzó cuando Napari zarpó desde la costa peruana en una pequeña embarcación pesquera. Lo que debía ser una jornada rutinaria de trabajo terminó convirtiéndose en una pesadilla cuando el motor de su bote falló, dejándolo a merced de las corrientes marinas. Sin medios para comunicarse y sin esperanza de ser rescatado de inmediato, Napari se vio obligado a recurrir a métodos extremos para subsistir.
Estas desapariciones no son hechos aislados. En los últimos meses, otros casos han conmocionado a la población, como el de un joven desaparecido mientras cumplía el Servicio Militar Obligatorio en La Habana o el de una anciana que se perdió en Trinidad tras salir a buscar su ganado.
Desde la falta de preparación de los reclutas hasta la ausencia de respuestas claras, el incidente pone en evidencia la necesidad de reformas profundas. Mientras tanto, las familias de los desaparecidos siguen esperando justicia y respuestas, en medio de un silencio que solo agrava su dolor.
Ambos, dijo una fuente cercana a la activista, están deshidratados, tras varios días sin agua potable y sin comida. El hermano de Lara, Walter Lafita, de 55 años de edad, presenta una doble factura en una de las piernas, pero al igual que su hijo, Marcos Lafita, ¡está vivo! La activista, debido a la hora en que fue avisada, no ha posteado nada aún en sus redes sociales.
La situación en Cuba refleja una realidad preocupante, donde la desaparición de mujeres se convierte en un fenómeno recurrente que afecta a diferentes regiones del país. Si bien algunas de ellas han sido encontradas con vida, otras, como Lianet Núñez Pérez, han tenido un destino trágico. La búsqueda de Miriam Rodríguez Arias continúa, y su familia, junto con la comunidad, mantiene la esperanza de que también pueda ser encontrada sana y salva.
La incertidumbre que rodea estos casos ha generado una oleada de solidaridad entre los cubanos, quienes a través de las redes sociales y otros medios, buscan amplificar la búsqueda y apoyar a las familias afectadas
Este trágico incidente no solo ha causado una profunda tristeza en Mayarí, sino que también ha generado un llamado urgente a la acción por parte de las autoridades para mejorar la seguridad y prevenir futuros incidentes violentos.