A simple vista, esta podría parecer una nota periodística más sobre los estragos de Melissa en Cuba, pero no lo es. Lo que sigue no busca describir ni interpretar: serán los propios ciudadanos, con sus teléfonos, sus palabras apresuradas, sus imágenes borrosas y sus videos cargados de angustia, quienes contarán lo ocurrido.
Aquí no habrá una narrativa única ni un análisis experto, sino una compilación viva de recuadros tomados directamente de las redes sociales, fragmentos que quedaron flotando en el caos de la tormenta.
Cada testimonio es un pedazo de realidad rescatado del agua sucia, del viento que arrasó techos y del miedo que recorrió barrios enteros. No se trata de una nota escrita, sino de un archivo emocional de lo que dejó Melissa en su paso por la isla. Una memoria colectiva que, aunque dispersa, revela la magnitud de un desastre que muchos aún intentan procesar.
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