Artículos de Opinión en Cuballama Noticias. Una visión personal sobre las noticias y sucesos, tanto de Cuba como de otros países. Textos de actualidad.
Tras décadas de crisis, el debate sobre Cuba dejó de ser únicamente económico para convertirse en una cuestión moral. Se le pide a la población sostener un modelo que no genera prosperidad, con el embargo como coartada permanente, mientras se profundizan la pobreza y la migración masiva. El costo lo pagan generaciones enteras que viven entre apagones, colas y renuncias. La pregunta ya no es si el sistema es eficiente, sino si es ético seguir sacrificando vidas para mantener un experimento agotado que no ofrece futuro.
Cuba carga con décadas de deterioro, pero su futuro podría ser radicalmente distinto si cambia las reglas que hoy frenan cualquier progreso. La isla posee ventajas estratégicas —posición geográfica, capital humano, diáspora conectada— que han permitido a otros países similares transformarse tras abandonar modelos cerrados. Vietnam, Polonia o Panamá muestran que, con instituciones estables, propiedad privada y apertura al mundo, la recuperación es posible. El potencial de Cuba no es una fantasía; es una oportunidad concreta que depende de decisiones internas, no de milagros externos.
En medio del nuevo endurecimiento migratorio de la administración Trump, la única voz cubanoamericana de Miami-Dade que ha salido públicamente a cuestionar la política y defender a sus electores es María Elvira Salazar. Mientras Marco Rubio, Mario Díaz-Balart y Carlos Giménez optan por comunicados genéricos o silencios estratégicos, Salazar asume el costo político de denunciar lo que considera un castigo colectivo contra comunidades que ya viven en un limbo legal.
Un grupo de médicos y un pastor que subían de madrugada a llevar medicamentos a una comunidad de la Sierra Maestra fue emboscado por cinco hombres armados con machetes. El asalto finalmente no se consumó, pero el episodio dejó al descubierto una Cuba donde ya se roba lo que antes era intocable: medicamentos, oxígeno hospitalario, ayudas para damnificados. La historia, contada por una de sus protagonistas y celebrada en redes con un coro de “Gloria a Dios”, se vuelve reflejo de un país en caída moral.
La epidemia de dengue y chikungunya en Cuba no explica por sí sola las al menos 87 muertes registradas entre octubre y noviembre. Detrás del colapso sanitario hay una cadena más profunda: hambre, desnutrición infantil, déficit vitamínico, falta de agua potable, apagones interminables, basura acumulada y hospitales sin recursos. Lejos de los 33 fallecidos que reconoce el Gobierno, la crisis revela un Estado incapaz de sostener la vida.
Una cubana que padece chikungunya asegura que nunca había sentido un dolor semejante, ni siquiera durante el parto, y su relato ha encendido un debate sobre cómo el virus está reescribiendo la escala de los dolores en Cuba. La enfermedad, ya de por sí devastadora, golpea aún más fuerte en un país donde la inflación, los apagones, la falta de medicamentos y la precariedad sanitaria convierten cada síntoma en una carga casi imposible de sobrellevar.
En una misma edición, Granma dedicó espacio a denunciar la violencia contra las mujeres en el mundo y en las Américas, pero evitó mencionar las cifras cubanas, pese a que los observatorios independientes registran decenas de feminicidios cada año. En cambio, el periódico oficial reservó una de sus piezas culturales para glorificar a Diego Armando Maradona, ignorando que una cubana lo acusó de abusos cuando era menor de edad. El resultado es un discurso que alerta del silencio ajeno mientras calla ante las víctimas propias.
Esas pequeñas historias, dispersas por la Isla, son la parte más humana de este momento. No son propaganda ni denuncia formal. Son fragmentos de vida que sobreviven a la estadística. Y, al final, son las que explican de verdad cómo vive un país.
No se trata de sacrificar el turismo sino de mover piezas con inteligencia. El Estado puede y debe sacrificar una parte acotada de su planta, priorizando lo ocioso y lo cerrado, combinando alojamiento temporal con la rotación de inventarios y la reconversión de inmuebles públicos. El beneficio social inmediato, el ahorro presupuestario y la reducción de daños sanitarios justifican con creces el desgaste adicional y el pequeño coste de oportunidad. Y si se hace con reglas, plazos y cuentas a la vista, ni el turismo se colapsa ni la gente sigue durmiendo en el suelo.
El último programa dedicado a demonizar a elTOQUE encaja en un guion ya conocido, pero cada vez más burdo. La académica y activista Hilda Landrove lo resume como una especie de confesión de impotencia, “solo que en la forma en que los criminales confiesan su impotencia, atacando”.
En Cuba, las crisis no sorprenden. Lo único que sorprende es que sus dirigentes sigan convencidos de que tienen derecho a administrarlas después de haberlas ignorado durante meses.
La pregunta seguirá ahí, incómoda, insistente: ¿Oxígeno o ayuda humanitaria? Quizás la respuesta no está en elegir una de las dos opciones, sino en desmontar la trampa que plantea. Cuando se trata de salvar vidas y reconstruir hogares, lo que importa no es quién sostiene la manguera de oxígeno, sino quién puede volver a respirar.
A decir verdad, y sin que se me ofenda, María Elvira lo que ha hecho es descubrir el agua tibia; porque si se iba a castigar a alguien, era al Partido Republicano que Donald Trump prometió transformar y terminó convirtiendo, según muchos, en una máquina de incoherencia.
La discusión es vieja, pero cada huracán la hace más cruel: cuando el calendario te recuerda que hay niños durmiendo sobre cemento, el purismo se vuelve un lujo en ambos lados del estrecho. Es un retorno al guion conocido: cuando la tragedia presiona, se invoca a la nación dispersa; cuando esa nación intenta actuar por su cuenta, se le recuerda que hay vías “correctas”. La urgencia y la verticalidad chocaron en el mismo camino de tierra, con el barro todavía fresco.