Ir enganchado a un camión en movimiento mientras se viaja en bicicleta, o hacerlo descalzo en días lluviosos para «patinar» sobre el asfalto, se ha convertido desde hace años en una mala práctica de entretenimiento entre niños y adolescentes en Cuba.
La supervisión de los padres, las charlas y consejos en las familias y en las escuelas, es fundamental para evitar estas lamentables muertes en lo que es una especie de ruleta rusa.
El municipio de Santo Domingo, en la provincia de Villa Clara, amaneció de luto tras conocerse la muerte de Cristian Gálvez, un niño que, según versiones compartidas en redes sociales, habría perdido la vida al engancharse a un camión en movimiento, práctica riesgosa que algunos adolescentes realizan en la isla como forma de entretenimiento, a veces en bicicletas, a veces no.
La noticia corrió rápidamente entre vecinos y amigos, que desbordaron las plataformas digitales con mensajes de dolor y advertencias a otros jóvenes para que eviten ese tipo de conductas.
“Un niño con una vida por delante, descanza en paz pequeño angelito, Santo Domingo está de luto. Jóvenes, dejen de arreguindarse en los camiones y demás solo por ver quién lo hace mejor, ustedes mismos se buscan la muerte”, escribió una usuaria identificada como Yenisleidy Roa, reflejando el sentimiento generalizado de frustración e impotencia.
En la página personal de Gloria Muñoz apareció un extenso poema dedicado al menor, donde lo recuerda como “el chico bicicletero” de Santo Domingo, siempre alegre, siempre jaranero. El texto describe la tristeza del pueblo, las bicicletas detenidas para despedirlo bajo la llovizna, y la idea de que el cielo mismo lloraba con su partida. “Hoy llora Santo Dgo, hoy está llorando el pueblo. Sigue pedaleando, Cristian, en lo infinito del cielo”, concluye el escrito.
Los mensajes de pésame no se hicieron esperar. Cientos de vecinos, maestros, amigos y conocidos se sumaron a las condolencias.
Muchos coincidieron en la necesidad de hablar con los adolescentes, de insistir en la educación y la prevención, para que tragedias como esta no se repitan. “Lo vi crecer, le di clases y nunca sabré lidiar con este tipo de pérdida. Hay que hablar mucho con los jóvenes y no rendirse en el empeño de educarlos”, escribió una maestra conmovida.
El hecho ha desatado también una reflexión colectiva sobre la seguridad vial y la costumbre de engancharse a vehículos en movimiento, una práctica extendida en varias localidades del país y que cada cierto tiempo deja saldo trágico. Vecinos señalan que no basta con advertencias aisladas: piden que se fortalezcan campañas comunitarias de prevención, charlas en escuelas y la supervisión familiar constante.
Mientras tanto, en Santo Domingo todo es silencio y luto. La familia de Cristian atraviesa el dolor más duro, acompañada por un pueblo entero que aún no asimila la pérdida. En cada mensaje, en cada lágrima, resuena el mismo clamor: que su muerte sirva de alerta y que ningún otro niño tenga que pagar con la vida un juego peligroso.





