El historiador y académico cubano Eduardo Moisés Torres Cuevas falleció este domingo en La Habana a los 81 años, según informaron medios oficiales. Reconocido por su amplia trayectoria en el ámbito académico y político, fue considerado una de las figuras más influyentes en la interpretación de la historia nacional desde la óptica oficialista.
Torres Cuevas, nacido el 4 de septiembre de 1942 en la capital cubana, inició su vínculo con el proceso revolucionario en 1961, cuando participó en la Campaña de Alfabetización en la Sierra Maestra. Con el tiempo, alcanzó el grado de Doctor en Ciencias Históricas y se desempeñó como Profesor Titular. Su obra estuvo centrada en la legitimación de los procesos históricos vinculados al Partido Comunista y a la narrativa oficial de la Revolución.
En paralelo a su labor académica, desarrolló una trayectoria política activa. Fue diputado a la Asamblea Nacional del Poder Popular desde la VII Legislatura y miembro del Consejo de Estado. En 2022 presidió una comisión especial encargada de la enseñanza de la historia en Cuba, un tema que las autoridades definieron como “de seguridad nacional” ante la falta de interés de las nuevas generaciones. Durante esa etapa defendió la necesidad de reforzar el estudio de la década de 1950 y de la etapa revolucionaria en el poder.
Su gestión institucional incluyó la dirección de la Biblioteca Nacional “José Martí” a partir de 2007, cargo en el que se mantuvo más de una década. Entre las medidas más polémicas estuvo el cierre de la sala infantil y juvenil, cuyos fondos fueron trasladados a una Casa de Cultura en el municipio Plaza de la Revolución. También suprimió los Clubes Minerva, que habían promovido el acceso popular a títulos de la literatura universal. Estas decisiones generaron críticas entre padres y lectores habituales que consideraban la Biblioteca Nacional un espacio de formación inclusiva.
Torres Cuevas fue además presidente de la Academia de Historia de Cuba y miembro de diversas instituciones académicas. A lo largo de su carrera recibió múltiples reconocimientos, entre ellos la Orden Carlos J. Finlay, la Orden Frank País de primer y segundo grados, el Premio Nacional de Ciencias Sociales e Historia, el Premio Félix Varela y la Distinción Maestro de Juventudes, otorgada por la Asociación Hermanos Saíz.
Con su fallecimiento, la administración cubana pierde a uno de los principales referentes en el diseño del relato histórico oficial. Su figura deja un legado de obras y también de decisiones institucionales que marcaron la política cultural del país durante varias décadas.





