Miami lleva años perfeccionando una mezcla singular: una vida social expansiva que convive con un consumo digital igual de intenso. La ciudad, que suele encabezar rankings por sus restaurantes, su vida nocturna y su magnetismo cultural, ahora aparece simultáneamente en dos listas que hablan de su identidad contemporánea: es una de las urbes más “amistosas” del país para quienes buscan nuevas conexiones… y también una de las que más dinero gasta en contenido de OnlyFans.
La primera fotografía proviene de un estudio de Compare the Market AU, que ubicó a Miami en el puesto número 6 entre las ciudades más sociales de Estados Unidos. El análisis ponderó factores como inclusión, actividad de meet-ups, densidad de bares y cafeterías, y uso de aplicaciones diseñadas para ampliar círculos sociales. En todos esos indicadores, Miami mostró una intensidad notable: más de 343 búsquedas por cada 100.000 habitantes relacionadas con apps de amistad y un flujo constante de eventos que invita a salir de la pantalla y conversar con desconocidos. Con una puntuación de 66,67 sobre 100, la ciudad quedó justo detrás de Seattle y por encima de San Francisco, Boston y Baltimore.
Pero ese impulso por conectar coexiste con una vida digital particularmente activa. Según un análisis de OnlyGuider —plataforma que rastrea el comportamiento de consumidores y creadores en OnlyFans— Miami está entre las cinco ciudades del mundo que más gastaron en la plataforma durante 2025. El monto no deja espacio para dudas: 374.921 dólares por persona, un salto respecto al año anterior. Solo Atlanta, Orlando y Milán superaron a Miami en gasto per cápita, mientras que Washington, D.C. completó el Top 5. En cifras totales, la ciudad desembolsó unos 17 millones de dólares, lejos de los gigantes Nueva York y Los Ángeles, pero suficiente para consolidarla como capital estadounidense del modelo de negocio que elabora y consume contenido erótico.
El estudio de OnlyGuider apunta a un fenómeno global: los ingresos de OnlyFans ascendieron a 7.200 millones de dólares, impulsados por la expansión del mercado fuera del núcleo anglosajón. En Miami, ese crecimiento se suma a un ecosistema donde los creadores han pasado de la periferia a la fama local: nombres como Camilla Araujo o Sophie Rain funcionan como marcas reconocidas que viven de la economía de la atención.
El resultado es una ciudad que se mueve entre dos polos: hiperconectada en la calle y en las redes, sociable en los bares y en las plataformas de citas, dispuesta a invertir tanto en fortalecer vínculos reales como en consumir entretenimiento íntimo bajo sus propias reglas. Una Miami expansiva, contradictoria y plenamente contemporánea.



















