Melissa Rivero, una joven madre oriunda de la provincia de Matanzas, fue asesinada mientras iba camino al trabajo. El caso reaviva el reclamo de justicia y ley contra feminicidios en Cuba.
El sospechoso fue detenido por las autoridades, aunque ya demasiado tarde.
Melissa Rivero tenía solo 26 años, una bicicleta para ir al trabajo y un hijo de tres años que la esperaba de regreso. Nunca llegó. Su cuerpo fue hallado sin vida en la orilla de un riachuelo cercano a su casa, en la Finca La Esperanza, en el municipio Limonar. Según reportes iniciales dados a conocer por el activista y comunicado Niover Licea, conocido en las redes sociales por @nioreportandouncrimen, la joven fue violada y posteriormente ahogada. Su muerte ha provocado conmoción en la comunidad local y una ola de indignación en las redes sociales cubanas.
Los primeros indicios apuntan a que el responsable sería un hombre allegado al círculo de su expareja, quien además visitaba con frecuencia la vivienda de la víctima.
En la vivienda del presunto agresor —identificado por internautas como residente del poblado de Limones— fueron encontradas prendas personales y el teléfono de Melissa. También se hallaron huellas suyas en el lugar del crimen. Las autoridades lo capturaron horas después, pese a que inicialmente había fingido colaborar en la búsqueda, acompañando a vecinos y familiares mientras se hacía pasar por inocente, un modus operandi que ya hemos visto en hechos similares anteriores. Todo indica que el asesinato fue premeditado, según relatan fuentes cercanas.
Melissa no es la primera ni la única. Este nuevo feminicidio ocurre en un contexto donde el número de mujeres asesinadas en Cuba sigue aumentando sin que exista una ley integral contra la violencia de género ni mecanismos efectivos de protección. Desde la sociedad civil y organizaciones feministas independientes se ha venido denunciando, una y otra vez, la inacción institucional, el ocultamiento estadístico y el desinterés sistemático del Estado frente a esta emergencia social.
Hasta el momento, ni el Ministerio del Interior ni ningún medio oficialista han hecho mención pública del caso. El silencio de las autoridades contrasta con la conmoción visible en redes, donde decenas de personas claman justicia. “En este país solo hay mano dura con quienes piensan diferente”, escribió un internauta. “Con las mujeres asesinadas, con las madres que denuncian, no pasa nada”, agregó otro.
La impotencia es generalizada: “Dios mío, ¿cuándo van a detener tanta violencia?”, se pregunta una usuaria de Facebook. “Estamos viviendo una masacre social”, afirma otra. Los comentarios se repiten: piden cadena perpetua, pena máxima, ley de “ojo por ojo”. Son gritos desesperados en un país donde muchas mujeres no denuncian por miedo, por desconfianza o por falta de protección real.
La vida que le arrebataron
Melissa Rivero es descrita en los comentarios por quienes la conocieron como una joven “buena, noble, que adoraba a su hijo”. Trabajaba para mantener a su pequeño, y se trasladaba cada día en bicicleta. El dolor de su pérdida se multiplica porque deja a un niño de tres años sin madre, a una familia destrozada y a una comunidad hundida en el espanto. “Yo la conocía”, escribió una amiga en redes. “No merecía eso por ningún motivo”.
Este tipo de crímenes vuelve a poner sobre la mesa las profundas deficiencias estructurales del sistema de justicia penal cubano, donde la reincidencia, la impunidad y el descontrol social están en aumento. La ausencia de una ley específica, de protocolos de protección para víctimas de violencia y de datos oficiales transparentes, deja a las mujeres en situación de extrema vulnerabilidad.
Un grito colectivo desde las redes: tristeza, impotencia y reclamo de justicia
La publicación del reportero independiente Niover Licea en Instagram, donde compartió la trágica noticia del asesinato de Melissa Rivero, ha recibido cientos de comentarios en pocas horas. Muchos provienen de personas que conocían personalmente a la víctima. Una excompañera de estudios escribió: “Tuvimos a nuestros bebés juntas en el hospital. Aún no lo creo, mi niña, de verdad sin palabras. Hoy el cielo está de luto”. Las lágrimas digitales se mezclan con pedidos urgentes de justicia, dolor genuino y una sensación creciente de inseguridad colectiva.
No faltaron quienes exigieron medidas extremas, como la reinstauración de la pena de muerte: “¡Cuba, qué esperas para aplicar pena de muerte, hasta cuándo!”, reclamó una usuaria. Otros comentarios hacen paralelismos con regímenes autoritarios y piden un liderazgo con mano dura como el de Nayib Bukele en El Salvador. Incluso hubo quien alertó sobre otro feminicidio ocurrido el mismo día, supuestamente en La Habana del Este, lo que revela la sensación de que el país vive una ola de violencia sin control, donde los asesinos gozan de impunidad mientras la sociedad permanece desprotegida.

La publicación se convierte así en un testimonio colectivo. Más allá de los emojis de llanto y los repetidos “EPD”, lo que aparece una y otra vez es una desesperada súplica: “¿Hasta cuándo?”, “Justicia, por favor”, “Esto tiene que parar ya”. El dolor de quienes comentan no es solo por la muerte de Melissa, sino por lo que representa: una nueva víctima de un sistema incapaz de proteger a sus mujeres, una madre arrancada de su hijo y una comunidad que, entre la rabia y la impotencia, comienza a perder la esperanza.
Una tragedia más que exige respuestas
El caso de Melissa Rivero no es un hecho aislado. Es parte de una cadena dolorosa que se repite con demasiada frecuencia en todo el país. Solo en lo que va de 2025, organizaciones independientes han contabilizado cerca de 18 feminicidios, y muchos otros o no se denuncian o uno no se entera por ocurrir en lugares muy remotos, o ni siquiera – y este es un detalla importantísimo – son clasificados como tales por el sistema judicial cubano.
Pese al clamor popular, el gobierno de Cuba sigue sin reconocer la violencia de género como un problema nacional. La tipificación del feminicidio no existe en el Código Penal, y los llamados públicos para que se declare un estado de emergencia por esta causa han sido ignorados sistemáticamente.
Melissa Rivero se suma, trágicamente, a la lista de mujeres que lo advirtieron sin decir una palabra. Su historia se apaga con la misma violencia con la que muchas otras fueron silenciadas: sin prensa, sin justicia, sin ley.
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