El último capítulo del experimento petrolero en el Bloque 9, en tierra firme cubana, llega con freno de mano. La australiana Melbana Energy anunció que aplaza la perforación del pozo Amistad-11 después de que su socio, la estatal angoleña Sonangol, no pagara las “cash calls” comprometidas para las actividades de 2025. La compañía, que opera el bloque, ha emitido una notificación de incumplimiento y advierte que, si en 60 días no se saldan los impagos, Sonangol podría verse obligada a ceder su participación, recoge Upstream Online.
El golpe llega en un proyecto que La Habana ha vendido durante años como una de sus grandes apuestas para reducir la dependencia de combustibles importados. El Bloque 9, de 2344 kilómetros cuadrados en la franja norte de Cuba y muy cerca del gigantesco y maduro yacimiento de Varadero, albergaría recursos prospectivos del orden de cientos de millones de barriles, según estimaciones independientes.
Melbana no es un recién llegado. La empresa australiana consiguió el bloque en 2015 y luego cedió el 70 % a Sonangol a cambio de que la angoleña financiara el 85 % de dos pozos exploratorios. La jugada tenía sentido sobre el papel: Cuba aportaba el territorio y el marco regulatorio, Sonangol ponía el músculo financiero y Melbana el know-how técnico.
Sin embargo, el clima alrededor del proyecto ha cambiado. Los resultados “decepcionantes” del pozo Amistad-2, que no logró producir petróleo a pesar de buenos registros de reservorio, ya habían enfriado las expectativas y elevado el nivel de riesgo, indica Rigzone. Ahora se suma el componente político-financiero: una empresa estatal africana que no cumple con sus obligaciones de pago y una junior australiana obligada a parar un pozo que tenía la localización lista, el equipo movilizado y los permisos de perforación en regla, como bien señala Intelligent Investor.
Melbana ha empezado a desmovilizar personal y equipos por razones económicas. Mantener un taladro en Cuba en modo “espera” cuesta dinero cada día, y la compañía no está en posición de financiar sola un programa que se concibió con un socio mayoritario que hoy no aparece en caja.
Para Cuba, el aplazamiento de Amistad-11 es una mala señal: muestra hasta qué punto sus proyectos petroleros dependen de la salud financiera y el ánimo de empresas estatales extranjeras. Para Melbana, es una advertencia sobre el costo de hacer apuestas grandes en territorios de alto riesgo. Y para Sonangol, un recordatorio de que los impagos no solo congelan pozos: también pueden costar participación en un bloque que, sobre el papel, todavía promete.





