Masones cubanos expulsan del edificio de la Gran Logia a Mayker Filema Duarte, líder impuesto por el Gobierno

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La masonería cubana atraviesa una de las coyunturas más delicadas de su historia reciente, tras una disputa de liderazgo que ha derivado en una confrontación directa con el Estado. Lo que comenzó como un conflicto interno por el cumplimiento de los estatutos terminó exponiendo las tensiones entre una organización civil centenaria y un aparato institucional que se niega a ceder espacios de autonomía real.

El conflicto se hizo público tras la destitución, el pasado 25 de mayo, de Mayker Filema Duarte como Gran Maestro de la Gran Logia de Cuba, en una sesión extraordinaria convocada por la Alta Cámara Masónica. Con 117 representantes acreditados y 121 miembros en funciones, la votación cumplió con los requisitos estatutarios. En su lugar fue designado Juan Alberto Kessell Linares, quien asumió el cargo de manera legítima, según los protocolos internos de la organización.

Sin embargo, el Ministerio de Justicia -órgano rector de las asociaciones reconocidas oficialmente en la Isla- respondió respaldando a Filema y más tarde impuso de forma unilateral a Lázaro Cuesta Valdés como cabeza del Supremo Consejo, en sustitución de José Ramón Viñas, una figura crítica del actual orden político. Este movimiento fue interpretado por la membresía como una injerencia directa del Estado en asuntos que corresponden exclusivamente a la institucionalidad masónica.

La reacción del Ministerio fue acompañada de advertencias concretas: si los masones no aceptaban las decisiones impuestas, se enfrentarían a la congelación de cuentas bancarias y la pérdida del reconocimiento legal. Estas medidas, además de coercitivas, reflejan una tendencia más amplia del Estado cubano a disciplinar las expresiones organizativas que escapan a su control vertical.

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Desde entonces, los masones han intentado retomar el funcionamiento ordinario de sus logias, muchas de las cuales fueron cerradas por orden de la anterior administración. Algunos de sus miembros fueron incluso detenidos por la Seguridad del Estado al intentar sesionar en espacios públicos, como ocurrió en una manifestación frente a la estatua de Carlos Manuel de Céspedes, en La Habana. Pese a ello, la respuesta ha sido firme: rechazo absoluto a cualquier intento de suplantación y reafirmación del carácter autónomo de la masonería.

Este domingo, un grupo de masones se plantó frente a la Gran Logia y logró ingresar, sin violencia, aunque con el uso de la fuerza, al edificio, entonando las notas del Himno Nacional. Minutos más tarde, prohibieron la entrada a Mayker Filema Duarte, quien se vio obligado a abandonar el lugar por las muestras de repudio.

En el trasfondo de este conflicto está la lucha por preservar espacios simbólicos y reales de autonomía. La masonería ha sido, desde el siglo XIX, una cantera de pensamiento republicano, secular y progresista en Cuba. Desde figuras como Ignacio Agramonte hasta Carlos Manuel de Céspedes o José Martí, los vínculos históricos de esta fraternidad con los ideales de soberanía y autodeterminación son innegables. En la Cuba contemporánea, sin embargo, cualquier expresión organizada que no responda directamente al poder político es vista con recelo o como amenaza.

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