Madres cubanas piden a autoridades que pavimenten un pedacito de calle

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En un pequeño caserío cercano al poblado de Jicotea, perteneciente al municipio de Ranchuelo, en la provincia de Villa Clara, un grupo de madres volvió a alzar la voz por algo tan básico como transitable: unos cien metros de camino.

En un video que circula en redes se ve “la calle” convertida en un lodazal continuo: charcos que parecen espejos rotos, huellas profundas de ruedas y botas, y varios niños con el uniforme escolar mirando a cámara con esa mezcla de resignación y vergüenza que deja el fango hasta las rodillas. La petición no es nueva —según cuentan—, pero la respuesta oficial no llega.

Las imágenes son elocuentes: para salir hacia la escuela, los pequeños tienen que sortear trampas de barro que en cualquier resbalón terminan en ropa arruinada y mochilas mojadas.

Las madres, visiblemente cansadas de “inventar” soluciones —bolsas plásticas amarradas a los zapatos, cambios de media en la puerta, trapos y cubos para “lavar el camino”—, piden algo muy concreto: que se pavimente ese tramo corto que conecta sus casas con el vial principal. No hablan de una avenida ni de un plan faraónico; hablan de unos metros que, puestos en duro, les cambiarían el comienzo de cada día a esos menores. Y a ellas, claro.

Más allá de la incomodidad y la dignidad herida, el fango implica riesgos reales: niños que deben caminar por el borde para no hundirse, motos y bicicletas derrapando, ancianos que quedan “encerrados” cuando llueve. En zonas rurales como esta, la escuela funciona como centro de gravedad social; asegurar el acceso seguro y limpio no solo favorece la asistencia y la puntualidad, también evita enfermedades asociadas a la humedad constante y los charcos, como los mosquitos transmisores del dengue, el Zika, el Chikunguya y el Oropouche y reduce accidentes evitablemente tontos.

Las familias dicen haber presentado quejas y solicitudes a las instancias municipales, pero la obra nunca arranca. Esa sensación de “nadie responde” se multiplica cuando ven cuadrillas y equipos trabajar en otros lugares de mayor visibilidad, mientras su fanguero sigue igual. Por eso decidieron grabar, mostrar y pedir apoyo público: a veces la presión de la comunidad, cuando se documenta y se comparte, abre puertas que los papeles no abrieron.

El pedido es técnicamente sencillo y de bajo costo respecto al impacto social: nivelar, encausar el drenaje y compactar para luego asfaltar o, al menos, “echarle firme” con un tratamiento estabilizado que permita transitar sin chapotear. En muchos municipios se han resuelto tramos similares con microcarpeta, “bacheo lineal” o losas de hormigón en puntos críticos de anegamiento. No requiere un gran proyecto, sí voluntad de priorizar.

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