Leyenda del teatro Guiñol recibe ayuda tras conocerse que sobrevive en la miseria: “Lo dejaron morir en vida”

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Orlando Barthelemy Rojas fue durante años uno de los rostros más queridos del teatro para niños en Santiago de Cuba. Su voz y sus manos, desde el retablo del Guiñol, dieron vida a personajes que marcaron la infancia de varias generaciones. Hoy, sin embargo, su realidad está muy lejos de aquel telón que tantas veces supo levantar.

Una reciente denuncia en redes sociales reveló la dramática situación en la que vive este artista. Fue el activista cubano Yasser Sosa Tamayo quien decidió contar lo que vio al llegar a la humilde vivienda de Barthelemy. “Fui a visitar a Orlando Barthelemy, ese actor inmenso del teatro Guiñol que las instituciones y el gobierno dejaron morir en vida, condenado a la más cruda pobreza, como si el arte no valiera nada cuando el telón cae”, escribió.

Las imágenes que describió son difíciles de olvidar. Orlando sobrevive sin electricidad, sin alimentos calientes, sin agua potable y sin siquiera un colchón donde descansar. Duerme sobre colchas viejas, sudado y pegajoso, bajo el calor implacable de Santiago. “Ni un maldito abanico que lo aliviara”, denunció Sosa, con un tono de rabia contenida.

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Más allá del deterioro físico, lo que golpea es el abandono emocional y cultural. Este hombre, que escribió la obra “Los chichiricú de la charca” y dirigió “Egbe y Echú”, basándose en un texto de Ana María de Agüero, fue uno de los grandes promotores del arte teatral para niños en el oriente cubano. Figura reconocida incluso en la enciclopedia Ecured, Barthelemy aportó al imaginario colectivo de una ciudad que hoy parece haberle dado la espalda.

“Orlando es como un personaje trágico de su propio guion, un Quijote sin lanza, un viejo cimarrón rebelde que aún resiste, mientras el país se le cae encima”, sentenció Sosa, describiendo al artista como un símbolo de todos los que envejecen sin respaldo, tras haber entregado su vida al arte.

Pero la denuncia no cayó en saco roto. La activista Ingrid Arenas González le donó una cama, y Marion Kahrens, alimentos. Más personas, tanto dentro como fuera de Cuba, han comenzado a movilizarse para apoyarlo. “Esta vez no fui solo… Fui con ustedes. Con cada uno que compartió la denuncia, con cada alma que sintió dolor y lo convirtió en acción”, dijo Sosa.

Su caso ha desatado un necesario debate sobre el trato que reciben los artistas cubanos en la vejez. Muchos de los que enriquecieron la cultura nacional -en especial en provincias- terminan desamparados, sin sindicato que los defienda ni institución que los recuerde. Y mientras tanto, la historia viva de Cuba se apaga en silencio.

“Es el reflejo grotesco y triste del abandono sistemático a nuestros artistas, a nuestros viejos, a nuestra historia viva”, escribió el activista, dejando claro que Barthelemy no es una excepción, sino la prueba más dolorosa de un sistema que olvida demasiado rápido.

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