Leonardo Padura, uno de los autores cubanos más leídos y premiados fuera de la Isla, volvió a poner el dedo en la llaga durante una conversación reciente con la actriz Tahimí Alvariño en el programa de YouTube “Esta es mi gente”. Aunque la entrevista completa fue publicada hace un par de meses, un fragmento específico comenzó a viralizarse recientemente: aquel en el que Padura revela por qué sus libros, pese a ser escritos en La Habana, no se pueden conseguir en su propio país.
A pesar de que la gente lo suele reconocer en la calle o por nombre, lo cierto es que la mayoría no tiene acceso a sus novelas de primera mano y no logra identificar al autor. Padura lo confirmó con una frase que ha hecho eco entre lectores de ambos lados del Atlántico: “Este libro [su última publicación] está disponible en todos los países de habla hispana, excepto en Cuba… Eso es muy triste”.
La contradicción no es menor. Mientras el autor de “El hombre que amaba los perros” crea en suelo cubano con una disciplina diaria -“escribo con intensidad”, contó- sus textos no circulan de forma oficial dentro de la Isla. Las razones, según él, no son literarias sino institucionales. No lo entrevistan en la prensa nacional, no lo invitan a los canales de televisión, y sus libros no forman parte del catálogo de las editoriales estatales. Es, en la práctica, una exclusión.
“Hay personas que han decidido eso”, lamentó sin ahondar mucho en los detalles. Pero la historia no termina ahí. A falta de circuitos formales, el pueblo cubano se las ingenia. Padura narró cómo algunos ejemplares suyos dan vueltas entre decenas de lectores hasta el desgaste o se comparten en formato PDF: es lo que él considera la invención de una nueva forma de leer.
Esa escena -un libro envejecido, repleto de huellas, pasando de mano en mano- dice más que mil discursos. Habla de un país que, a pesar del bloqueo informativo interno, mantiene viva la sed de conocimiento. Y Padura lo interpreta como lo que es: una expresión del derecho de la gente a leer lo que desea. “Ese derecho no debería ser coartado por nadie”, sostuvo.
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Durante la entrevista también abordó los límites de la libertad de expresión. Defendió el pensamiento crítico y la creación artística sin censuras, dejando claro que solo la ética debe marcar el camino. “Debo tener derecho a pensar como quiera y expresar mis ideas”, afirmó, con una serenidad que no es nueva en él, pero que sigue siendo profundamente provocadora en un contexto como el cubano.