Desde hace más de un año, Rachel Arderi viene escribiendo su propia historia en Miami, lejos del bullicio habanero y del juicio fácil que suele rondar a quienes se exponen públicamente. La joven influencer cubana, de apenas 22 años, ha usado sus redes sociales no solo como vitrina de lujo, sino como espacio para expresar sus convicciones con claridad y sin estridencias.
En una reciente historia en Instagram, plataforma donde en poco tiempo ha logrado acumular más de 825 mil seguidores, Rachel decidió hablar claro, en medio de los comentarios maliciosos que la comparan con influencers ya posicionadas como La Dura o Daniela Reyes. Un seguidor le preguntó cómo valora su evolución desde que llegó a Estados Unidos, y su respuesta fue directa.
“Yo voy a mi ritmo, no al de nadie”. Sin levantar la voz ni caer en indirectas, marcó distancia del ruido y reafirmó que su meta va mucho más allá del algoritmo o de las comparaciones con otras figuras del entorno digital cubano.
Con una vida que muchos etiquetarían como “de película” -viajes en jets privados, autos de lujo y escapadas a playas exóticas- Rachel ha sido objeto de elogios y también de críticas. Algunos la acusan de copiar deliberadamente a otras influencers cubanas que hacen vida en el sur de Florida. Ella, sin embargo, se niega a encajar en moldes preestablecidos.
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“No quisiera quedarme solamente como una creadora de contenido, porque hoy tenemos juventud, pero todo en la vida pasa”, reflexionó, dejando caer que tiene planes de construir una sólida carrera profesional que alternará con su vida de influencer.
La imagen que acompañó su mensaje fue tan simbólica como intencional: vestida con un conjunto amarillo vibrante, posando con naturalidad frente al mar floridano, la también esposa del reguetonero Oniel Bebeshito dejó claro que no necesita imitar a nadie para brillar. “Mi competencia soy yo misma: en ser mejor de lo que era antes”, escribió para cerrar.
Ese deseo de superarse, de aprender a su manera, resuena entre muchos jóvenes cubanos -tanto los que viven dentro de la Isla como los que han buscado futuro en ciudades como Madrid, Ciudad de México o Miami- que luchan por hacerse un lugar sin perderse en el proceso. Rachel parece entender que el verdadero desafío no está en gustar más, sino en gustarse más a sí misma.
No se trata solo de estética, sino de intención. Y aunque sus publicaciones puedan reflejar una vida glamorosa, su discurso apunta hacia una narrativa menos superficial: la de una joven que quiere crecer con propósito y autenticidad, aun cuando las redes sociales empujen hacia la homogeneización.
