Según contó el representante de Graham Greene, uno de los últimos deseos del actor fue agradecer personalmente a Kevin Costner por la representación que dio a los pueblos nativos en sus proyectos; alejado de la interpretación maniquea del indio salvaje y desalmado que otros directores habían hecho en el pasado sobre los indígenas nativos americanos.
Kevin Costner despidió a Graham Greene con un tributo que, más que elegía, suena a agradecimiento entre colegas que se cambiaron la vida mutuamente.
El actor y director publicó en su cuenta de Instagram un fragmento de Dances With Wolves (1990) —la película que los unió— para subrayar lo que vio desde el set hace 35 años: la rara mezcla de disciplina y verdad de un intérprete capaz de decir mucho con casi nada.
“Un maestro en su oficio y un ser humano maravilloso”, escribió Costner, recordando cómo Greene “estableció tanto de la relación entre Dunbar y los nativos con tan pocas palabras”, un reconocimiento a su precisión y economía expresiva.
El homenaje de Costner evita el panegírico y vuelve a la escena: el trabajo.
En su post, el cineasta no habla de premios ni de cifras, sino de una toma concreta, de un silencioso intercambio que cimenta la confianza entre su teniente John Dunbar y Kicking Bird, el personaje de Greene. Es una manera de decir que la amistad profesional nació ahí: en la escucha, en el respeto a la cultura que la película intentó retratar, y en la convicción de que el peso dramático debía sostenerse, también, en los hombros de un actor indígena con voz propia. La pieza que compartió Costner —y el pie de foto— reafirman esa deuda creativa.
El adiós llegó, además, con una revelación dolorosa: según contó el representante de Greene, uno de los últimos deseos del actor fue agradecer personalmente a Costner por la representación que dio a los pueblos nativos en sus proyectos. Lo intentaron, dicen, pero ya no fue posible. El gesto imaginado —dos colegas, dos amigos, volviendo a hablar de aquella película— no ocurrió; en su lugar queda el eco público del cineasta y la certeza de que el respeto fue correspondido, señala TMZ
La trayectoria de Greene, desde aquella nominación al Óscar como mejor actor de reparto por Dances With Wolves, explica por qué el recuerdo de Costner pone el acento en el oficio.
Greene construyó una filmografía amplia —del thriller a la comedia, de Hollywood a la televisión— sin perder el timbre sereno que lo hizo inolvidable. Pero la película de 1990 fue un cruce fundador: para Costner, una confirmación de que su apuesta por contar esa historia con protagonistas indígenas era indispensable; para Greene, la puerta a un reconocimiento internacional que nunca traicionó su identidad, recoge por su parte Wikipedia.
Craig Johnson recuerda a Graham Greene.
Para Craig Johnson, creador de Longmire, Graham Greene no fue solo el intérprete del temible Malachi Strand: fue un cómplice profesional con “un sentido del humor afiladísimo” que contagiaba a todo el set. Johnson lo define como “absolutamente encantador” y recuerda que, aunque Strand era “un tipo realmente malo”, la elección funcionó precisamente por el contraste: detrás de cámara había un hombre afable, puntilloso y con una precisión que volvía verosímil al villano.
La primera vez que lo conoció, llevado por Lou Diamond Phillips entre preparativos de última hora, Greene lo miró a los ojos y soltó un dardo deadpan: “Tengo muchas preguntas para usted”. Johnson entendió la broma—no al “creador de la serie”, sino al “creador” a secas—y desde allí se reconocieron en la misma frecuencia cómica.
Esa vis cómica, dice Johnson, también explicaba parte de su éxito. Johnson atesora además una anécdota de Powwow Highway: tras un vuelo retrasado y sin dormir, Greene llegó directo a una escena clave—arrojar un cuchillo junto a la cabeza de un antagonista—y la clavó en una sola toma.
“Un profesional absoluto”, resume. Esa solvencia, sumada a su calma y su timing, hacía de Greene un “marcador de diferencia” en cualquier rodaje: relajaba al equipo, elevaba a sus compañeros y mantenía al director un paso por delante.
Trabajador hasta el final (aún deja títulos por estrenar), Greene ayudó a abrir puertas para intérpretes indígenas sin renunciar a su identidad.
“Los nativos no son estatuas estoicas”, dice Johnson. “Operan en muchas capas de ironía. Graham era el ejemplo perfecto”.





