Mientras el diario Escambray canta loas al desarrollo de Fomento, un municipio espirituano declarado “pro ambiental” y galardonado por su desempeño integral, sus pobladores viven —literalmente— a oscuras. En la misma semana en que el periódico celebraba la producción de muebles reciclados y las briquetas de carbón, otro reportaje del propio medio relataba con crudeza el viacrucis eléctrico que atraviesa toda la provincia de Sancti Spíritus, donde los apagones no se miden en horas, sino en bloqueos de vida.
Según datos ofrecidos por la Empresa Eléctrica Provincial, Fomento, como el resto de los municipios del centro del país, enfrenta cortes de electricidad que pueden superar las 20 horas diarias. Hay circuitos que rotan con tan poca frecuencia que incluso las estaciones de bombeo y centros hospitalarios han sido afectados. El apagón es tan generalizado que el sistema de información por Telegram —único consuelo organizativo de la población— también colapsó: ya no se puede anunciar con certeza cuándo llega la corriente. Ni siquiera para “ilusionar” con dos horas de alumbrón.
La norma de los apagones allí, según un residente, oscila entre las 20 hrs diarias al día sin servicio eléctrico. Cuatro horas cuando más, a veces solo una. Tanto es así que el pasado sábado circulaba el rumor en la localidad que «Raúl (Castro) había mandado a sacar combustible de la reserva». En el municipio no se cumplió lo previsto y la gente disfrutó de horas de más de servicio eléctrico. Toda una rareza que no pocos la enfrentaron escuchando música – reparto – a todo volumen.
Escambray se desvive en destacar de allí los esfuerzos de cooperativas recicladoras y proyectos comunitarios como Emprova y La Esperanza, que reutilizan neumáticos y fabrican mobiliario con plástico reciclado. Nada de eso se cuestiona: es trabajo digno, necesario y admirable. Pero lo llamativo es que, entre los méritos que se atribuyen al municipio, nadie menciona la tenacidad con la que sus habitantes sobreviven cada noche sin refrigeración, sin luz para cocinar o estudiar, ni siquiera para alumbrar una simple bombilla.
Sin embargo, el reportaje sobre el sistema eléctrico es, en sí mismo, una confesión de impotencia. Las respuestas de los directivos de la Empresa Eléctrica se mueven entre la resignación técnica y el fatalismo geográfico: estamos en el “máximo apagable” posible, dicen. Y lo explican con una jerga energética que incluye voltajes primarios, nodos, grupos electrógenos fuera de servicio, estaciones inestables y parques solares que apenas logran aportar migajas al sistema nacional. El resumen: ni siquiera con sol a raudales se garantiza que se pueda encender un bombillo en Fomento.
Entonces, ¿cómo se conjuga el crecimiento que reporta Escambray con la parálisis cotidiana provocada por los apagones? ¿De qué sirve una silla reciclada si no se puede leer en ella por falta de luz? Fomento quizás crezca en informes, pero lo que más crece en sus lomas son la paciencia y la oscuridad.
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