Un año después de que el hallazgo de restos humanos en la provincia de Soria sacudiera a la comunidad local y a muchos cubanos dentro y fuera de la isla, el cuerpo de Jorge Luis Pérez Ochandarena, ciudadano cubano desaparecido en 2023, fue finalmente sepultado en España. La inhumación se realizó hace pocos días en el cementerio de El Espino, en la capital soriana, en una ceremonia discreta, con presencia de allegados, y tras una autorización judicial que se hizo esperar por el peso probatorio que aún tienen los restos en una investigación que continúa en fase de instrucción, señala el Heraldo-Diario de Soria.
La demora del entierro estuvo vinculada a la complejidad del caso. Los investigadores solo lograron recuperar el torso, localizado enterrado en el cementerio de Andaluz, lo que obligó a prolongar análisis forenses y pruebas de ADN antes de poder confirmar la identidad y cerrar procedimientos técnicos indispensables. Mientras no exista un cierre de la investigación y el informe forense definitivo, los restos se mantienen como evidencia clave bajo control del juzgado, y solo cuando el tribunal lo autoriza pueden ser entregados para su sepultura.
La causa se hizo mediática internacionalmente por un detalle que circuló con fuerza: una imagen de Google Street View en la que aparece un hombre introduciendo un bulto voluminoso en el maletero de un coche. Ese fotograma, reproducido por numerosos medios, terminó por instalar la idea de que Google Maps “resolvió” el crimen.
Sin embargo, la Policía Nacional matizó ese enfoque: fuentes policiales citadas por la Cadena SER señalaron que la fotografía era anecdótica y no tenía relevancia probatoria para la investigación, que avanzó, sobre todo, por el trabajo policial tradicional: declaraciones, registros, análisis y otros indicios reunidos desde que se denunció la desaparición, recoge por su parte Cadena SER.
El punto de partida formal del caso, según reconstrucciones periodísticas, fue la denuncia presentada en noviembre de 2023 por un familiar de la víctima, que sospechó al recibir mensajes extraños desde el teléfono del desaparecido, como si alguien intentara simular una marcha voluntaria. Esa alerta activó la investigación y condujo, con el paso de los meses, a detenciones y registros, añade El País.
En diciembre de 2024, la Policía detuvo a dos sospechosos: Manuel, vecino del entorno rural de Tajueco conocido mediáticamente como el “Lobo de Tajueco”, y Alicia, su pareja, de origen cubano. Ambos permanecen en prisión provisional mientras la causa avanza. La instrucción pasó al Juzgado de Almazán y, de acuerdo con la prensa local, el procedimiento apunta a un juicio con jurado popular, aunque todavía no hay una fecha cerrada.
El entierro en El Espino no equivale a un cierre judicial, pero sí marca un cierre humano, al menos parcial. Familiares han expresado en medios locales que llevaban meses esperando poder despedirse, con el dolor añadido de una desaparición prolongada, una recuperación incompleta de restos y una investigación que todavía busca esclarecer todos los detalles. Para quienes siguieron el caso desde el inicio, la sepultura llega tarde, pero llega: como una línea mínima entre la ausencia interminable y la posibilidad de duelo. Heraldo-Diario de Soria+1
Un caso famoso
Queda, sin embargo, «la notoriedad de su muerte». Pocas veces —muy escasas, para no decir casi nunca— la muerte violenta de un cubano sin notoriedad pública, sin cargo político ni presencia mediática previa, consigue acaparar una atención internacional de esta magnitud. El caso trascendió no por quién era la víctima, sino por cómo la investigación quedó asociada a una herramienta cotidiana y global como Google Maps. Esa combinación convirtió un crimen ocurrido en un entorno rural de la provincia de Soria en un fenómeno informativo que cruzó fronteras y lenguas en cuestión de horas.
El salto se produjo cuando la historia entró en el circuito de las grandes agencias. Reuters difundió el caso como cable internacional y, a partir de ahí, la noticia comenzó a reproducirse de forma casi automática en redacciones de distintos países. Ese mecanismo explica por qué el asesinato dejó de ser un suceso local para aparecer en portales de Europa, América y otros mercados, con titulares que destacaban el fotograma captado por Google Street View. En el propio despacho, la agencia subrayó un matiz clave que muchas versiones simplificaron: la imagen fue una pista más dentro de una investigación más amplia, no la prueba única ni decisiva.
La amplitud de esa difusión puede medirse por la diversidad de cabeceras que la publicaron. El caso apareció en medios generalistas y digitales de gran alcance como The Independent, Euronews y otros portales europeos, además de ser replicado en ediciones internacionales y sitios especializados que se hicieron eco del componente tecnológico del crimen. A la par, el relato fue amplificado en redes sociales, donde capturas de la imagen, enlaces a artículos y reconstrucciones del caso circularon masivamente durante varios días.
En plataformas como X y Reddit, la historia se convirtió en conversación recurrente. Surgieron hilos, debates y análisis dentro de comunidades internacionales de true crime, un espacio donde los sucesos con elementos visuales inusuales tienden a adquirir vida propia. Ese ecosistema digital, difícil de cuantificar con rankings oficiales, fue clave para que el caso permaneciera en circulación más allá del primer impacto informativo.
No existen registros públicos y auditables que permitan afirmar con rigor qué puesto exacto ocupó en las tendencias globales o en cuántos países fue trending topic. Las plataformas no ofrecen historiales completos ni metodologías verificables para ese tipo de afirmaciones. Lo que sí puede sostenerse, sin exageración, es que el caso se volvió viral y estuvo en tendencias, respaldado por hechos comprobables: su distribución por una agencia internacional, su publicación en grandes medios de distintos países y su amplificación sostenida en redes sociales.
Ese recorrido explica por qué, un año después, el entierro del cubano en el cementerio de El Espino no fue solo un acto íntimo y tardío, sino también el cierre simbólico de una historia que, durante semanas, fue observada y comentada por millones de personas que nunca habían oído hablar ni de Soria ni de Tajueco, y que rara vez —casi nunca— prestan atención a la muerte de un cubano anónimo fuera de la Isla.



















