El expresidente Donald Trump estaría “seriamente considerando” otorgar un perdón presidencial a Sean “Diddy” Combs, el magnate del hip-hop actualmente en prisión preventiva a la espera de su sentencia programada para el 3 de octubre, según una tormenta política y mediática que se ha desatado en las últimas horas, y que ha sido seguida por la inmensa mayoría de los medios norteamericanos.
La posibilidad, reportada inicialmente por Consequence of Sound y replicada por múltiples medios como ya decíamos, ha reavivado el debate sobre el poder presidencial del perdón, los límites de la justicia y el peso de las celebridades en la política estadounidense.
Diddy, quien fue declarado no culpable de los cargos más graves que enfrentaba en un juicio por delitos sexuales, permanece sin embargo detenido en el Centro de Detención Metropolitana de Brooklyn, uno de los penales más duros y sobrepoblados del país. Sus abogados han solicitado su liberación bajo una fianza de 50 millones de dólares, alegando que el artista fue “provocado” y que “nunca ha existido un caso como este”. A pesar del despliegue de recursos legales, la jueza federal a cargo denegó la petición, generando más tensión en el entorno del artista y su equipo legal.
Según reportes de medios como Deadline, Yahoo News y TMZ, fuentes cercanas a Trump afirman que el expresidente considera que Combs ha sido “injustamente señalado” y que su encarcelamiento refleja un sesgo institucional.
“Trump ve en este caso un patrón similar al que él mismo ha denunciado durante años: el uso del aparato judicial como arma contra figuras públicas que no siguen el libreto del establishment”, comentó un asesor bajo condición de anonimato citado por The Daily Beast.
Este posible perdón no sería el primero en el que Trump ofrece su respaldo a artistas o figuras polémicas del espectáculo. Durante su presidencia, indultó a Lil Wayne y conmutó la sentencia de Kodak Black. Ahora, la balanza moral se inclina una vez más entre la lealtad a viejos conocidos y las implicaciones políticas de una decisión como esta.
La reacción no se ha hecho esperar. Megyn Kelly, expresentadora de Fox News, arremetió contra la posibilidad del indulto, calificándolo como una traición al movimiento conservador: “¿Perdonar a un hombre acusado de abuso a mujeres, justo cuando salen más nombres ligados a Jeffrey Epstein? ¿Qué mensaje estamos dando?”, se preguntó en su pódcast.
Luego, lo dicho, lo resumió en un mensaje que publicó en X (Twitter)
Otros sectores del Partido Republicano también han expresado su incomodidad ante la idea, temiendo que una movida así dañe las posibilidades de Trump con el electorado femenino o moderado en un año electoral particularmente volátil.
Mientras tanto, la defensa de Combs ha buscado desacreditar el proceso como un espectáculo impulsado por la prensa sensacionalista.
“Este caso ha sido más juzgado en los titulares que en una corte de ley”, dijo su abogado principal ante Court TV. Desde Rolling Stone hasta The Hollywood Reporter, la narrativa ha oscilado entre la presunción de inocencia, el tratamiento desproporcionado y el carácter simbólico que Diddy representa como figura afroamericana multimillonaria e influyente.
Pero más allá del caso en sí, el posible perdón ha reavivado un debate más profundo sobre quién merece la gracia presidencial. Para algunos, Trump vuelve a demostrar su estilo de política personalista, en la que se mezclan la lealtad, la imagen pública y el espectáculo. Para otros, es un síntoma del poder desmedido que la Constitución otorga al presidente en materia de clemencia.
En paralelo, han empezado a circular versiones sobre una posible conexión entre este indulto y documentos no revelados del caso Epstein, según insinuaciones en medios como Real 106.1 y Daily Kos. Si bien no hay pruebas concluyentes, el cruce de nombres y fechas ha disparado teorías que sugieren que Trump estaría buscando controlar el daño de filtraciones inminentes o desviar la atención mediática.
Por ahora, ni Trump ni su equipo de campaña han hecho una declaración oficial. Pero mientras crecen las especulaciones, Diddy sigue encerrado en Brooklyn, sus abogados insisten en que no representa un peligro ni riesgo de fuga, y millones de seguidores —y detractores— observan con atención el destino de una de las figuras más poderosas del entretenimiento estadounidense.
Si Trump da finalmente el paso, no solo marcaría uno de los indultos más polémicos en la historia reciente, sino también un momento clave en la colisión entre política, justicia y cultura pop.





