El reguetonero El Micha volvió a colocarse en el centro de la conversación pública tras dejarse ver en Miami junto a Víctor Mesa, una de las figuras más icónicas del béisbol cubano. La imagen, difundida inicialmente en las historias de Instagram del propio cantante, captó un momento relajado entre ambos durante la más reciente visita del artista a la ciudad del sol.
En la foto, ya replicada por múltiples páginas de farándula cubana, se aprecia a un Micha sonriente, posando junto al legendario exdirector de Industriales, hoy asentado en Estados Unidos. A sus 68 años, Mesa vive en territorio norteamericano junto a buena parte de su familia, incluidos sus hijos Víctor Mesa Jr. y Víctor Víctor Mesa, ambos vinculados al béisbol profesional, además de nietos y otros parientes que han echado raíces allí.
El encuentro, en teoría inofensivo y hasta entrañable, fue recibido con entusiasmo por quienes consideran que Mesa y El Micha representan dos pilares de la cultura popular cubana: uno desde el diamante y el otro desde el escenario urbano. No obstante, como suele ocurrir en la esfera pública digital, la alegría duró poco. La publicación desató una ola de comentarios críticos, muchos centrados en la postura política, o en la ausencia de ella, de ambos.
“Dos grandes chivatones”, escribió un usuario. Otros ironizaron con frases como “En cada cuadra un comité”, “Deja que Al2 lo vea” o incluso “Dos coroneles juntos, ¿quién tendrá más misiones para la dictadura?”. El tono refleja el nivel de polarización que envuelve actualmente a las figuras públicas cubanas, sobre todo cuando se mueven entre La Habana y Miami.
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Las reacciones no pueden desligarse del episodio más reciente que puso a El Micha bajo los reflectores: su decisión de regresar a Cuba, anunciada en septiembre y acompañada de declaraciones que incendiaron las redes. En una entrevista concedida al pódcast SePoneWeno, el reguetonero confesó sentirse saturado de la vida en Estados Unidos y, en especial, del ambiente miamense.
“Decido ir para Cuba porque no quiero pagar más biles, no quiero que estén hablando de mí, en ese lugar nadie me dio nada, lo que quieren es arrancarte la cabeza. Yo voy para Cuba donde la gente te da cariño, la gente te quiere, es mi casa, es mi país”, afirmó sin rodeos. A esto añadió: “Yo soy artista y me debo a Cuba, a los cubanos”.
Sus palabras, como era de esperar, dividieron al público. Para algunos, fue un gesto auténtico, casi de reconciliación personal con sus raíces; para otros, una postura ingenua, o quizás conveniente, que ignora el desgaste económico y social que vive la isla.
El fuego mediático se avivó aún más cuando trascendió que el cantante dejó en Miami a su esposa Ana María Daniel y a sus dos hijos, supuestamente en una situación de vulnerabilidad económica. Ese detalle convirtió el debate en algo más profundo que una simple opinión sobre el exilio o el retorno: para muchos, se trataba de responsabilidad familiar, ética personal y coherencia pública.
Mientras tanto, la foto con Víctor Mesa queda como una postal simbólica de este momento turbulento: dos figuras queridas y cuestionadas a partes iguales, atrapadas en la compleja red de afectos, expectativas y tensiones políticas que definen hoy a la comunidad cubana dentro y fuera de la isla.





