Daños de Melissa en Jamaica y Cuba están en el orden de 2,4 billones de dólares.

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El huracán Melissa ha dejado un mapa de destrucción a ambos lados del Caribe. En el plano asegurador, las pérdidas privadas por daños a viviendas, comercios e industrias en Jamaica y el oriente cubano rondarán los 2.400 millones de dólares, según una estimación “flash” de la firma Karen Clark & Company (KCC) basada en su modelo de alta resolución para el Caribe.

Este dato coloca a Melissa entre los eventos más costosos para el sector en la región este año y confirma que el impacto asegurado es apenas una fracción del daño económico total, debido a la baja penetración de pólizas en ambos países.

Otros modeladores apuntalan el mismo orden de magnitud: Verisk calculó para Jamaica un rango de 2.200 a 4.200 millones de dólares en pérdidas aseguradas, mientras que Cotality (antes CoreLogic) situó su horquilla de Jamaica entre 1.000 y 2.500 millones solo por viento, marejada e inundaciones. El consenso: el “golpe asegurado” es alto, pero el desastre económico total es mayor, señala Reuters.

Ahí entra la otra foto, la macro. AccuWeather estima que el daño y la pérdida económica agregada de Melissa en el Caribe —infraestructura, agricultura, turismo, comercio interrumpido— asciende a 48.000-52.000 millones de dólares. Es una cifra que trasciende el mundo de los seguros y habla de una emergencia de largo aliento en la que Jamaica concentra buena parte del quebranto y Cuba, con su oriente anegado y sin electricidad durante días, afronta una recuperación cuesta arriba, que pudiera demorar una década o más en recuperarse.

En Cuba, la respuesta humanitaria ya está en marcha. La Federación Internacional de la Cruz Roja y de la Media Luna Roja (IFRC) aprobó de urgencia 997.991 francos suizos del DREF como primer financiamiento dentro de un llamamiento de 15 millones y reporta 1.777 voluntarios movilizados, apoyo psicológico en 35 centros de evacuación, 20 toneladas de ayuda distribuidas en Santiago de Cuba y más envíos en camino. Al cierre de la primera semana, IFRC mantenía activo su operativo, con coordinadores de gestión del riesgo y cadena de suministros desplegados en el terreno, según el dossier de ReliefWeb.

Por qué tan pocos muertos en Cuba

La pregunta surge sola: ¿cómo es posible que, con ráfagas huracanadas, marejadas de hasta 3,5 metros y lluvias torrenciales, la isla reporte muy pocos fallecidos, frente a decenas en Haití y Jamaica? La literatura académica y la experiencia histórica apuntan a un factor determinante: gobernanza de riesgo y cultura de la evacuación.

Investigadores que han estudiado la gestión de desastres en Cuba recuerdan que el país lleva décadas ensayando y mapeando vulnerabilidades a través de organizaciones de base, con simulacros anuales (Meteoro) y evacuaciones masivas cuando la amenaza es inminente. Es un sistema que, con todos sus claroscuros, prioriza sacar a la gente de las zonas peligrosas antes del impacto, indica Yahoo News UK.

En Melissa, la propia Presidencia informó evacuaciones por cientos de miles antes del paso del núcleo del ciclón por Santiago de Cuba, mientras que en Jamaica —aun con órdenes de evacuación— la participación en refugios fue menor de lo esperado y la tormenta alcanzó categoría 5 justo en tierra, multiplicando el riesgo. Los modeladores describen modos de daño típicos (arranque de techos metálicos, colapso de envolventes) que explican la magnitud de las pérdidas materiales, pero no necesariamente un salto equivalente en víctimas fatales, cuando las evacuaciones funcionan, recoge The Guardian.

Un resumen de lo hecho, que explica el por qué de tan pocos muertos en la mayor de las Antillas, se puede leer aquí. A pesar del tono simpatizante con la Revolución Cubana y sus líderes, hay una parte en el texto que es fundamental para entender el por qué estos desastres causan tan pocos fallecimientos en la isla, y el autor lo dice así:

«Y, sin embargo, las evacuaciones obligatorias siguen siendo controvertidas. Algunos argumentan que son un signo de bienestar colectivo; Los críticos dicen que son una violación de los derechos individuales. De cualquier manera, demuestran que la preparación para desastres tiene tanto que ver con la gobernanza como con el clima.»

Nada de esto minimiza el drama humano. Melissa fue extraordinaria por intensidad y por lo rápido que se fortaleció sobre aguas anormalmente cálidas; un análisis de atribución climática preliminar sugiere aumentos en viento y lluvia asociados al calentamiento global, una señal de que la “nueva normalidad” complica cualquier manual de respuesta. Pero incluso con tormentas más agresivas, la combinación de sistemas de alerta, evacuaciones tempranas y redes comunitarias puede marcar la diferencia entre un desastre con miles de damnificados y una tragedia con alto saldo mortal.

En el corto plazo, la prioridad en Jamaica pasa por reconstruir techos y restituir servicios en parroquias muy golpeadas como St. Elizabeth, St. James y Westmoreland; en Cuba, por sostener la asistencia básica —agua, alimentos, refugio— mientras se repara una infraestructura frágil. En ambos casos, el dato financiero convive con el humano: 2.400 millones en pérdidas aseguradas no capturan ni la angustia ni la resiliencia que se están poniendo a prueba, barrio por barrio, al tiempo que la temporada de huracanes recuerda que no ha terminado.

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