Carlos Alberto Fuentes, con sus apenas 24 años, se ha convertido en uno de los rostros más reconocidos -y rentables- de TikTok a nivel mundial. Sus más de 16.3 millones de seguidores en esa plataforma, sumados a otros 4.4 millones en Instagram, casi 800 mil en Facebook y unos 900 mil en YouTube, lo colocan en una liga que pocos cubanos han alcanzado en el universo digital. Sin embargo, su regreso a Cuba, tras dos años sin pisar la isla, transcurrió sin la nube de paparazzi y fanáticos que cualquiera imaginaría.
Instalado en Miami, Carlos ha construido una marca personal basada en el humor cubano, la cercanía con sus seguidores y una estrategia clara: mantenerse al margen del “brete” habitual que sacude a la comunidad digital de la isla. Ese perfil le ha permitido colaborar con creadores de Estados Unidos y Europa, y compartir escena con su madre, Yodania, quien ha pasado de figura anónima a influencer recurrente en sus contenidos.
En su más reciente visita, fue visto bailando con familiares en la discoteca Las Cuevas, en Trinidad. El video, que circuló por páginas de farándula, muestra a un Carlos relajado, disfrutando de la música y la compañía, sin poses ni despliegues ostentosos. Para muchos internautas, el detalle más llamativo no fue su presencia en el lugar, sino la ausencia de tumultos alrededor.
“El mejor influencer cubano, sin meterse en el brete de los cubanos. Disfruta de la isla, Carli, que tú sí no tienes nada que ver con nada”, comentó un usuario. Otro fue más directo: “Qué lindo, cómo disfruta con su familia y tan humilde que es… tiene más dinero que todos los que van a Cuba especulando y miren dónde está”.
Y lo del dinero no es un decir. Datos de HypeAuditor, una plataforma especializada en marketing de influencers, señalan que solo en el último mes Carlos Alberto generó ingresos cercanos al medio millón de dólares gracias a sus campañas y colaboraciones en redes sociales. Una cifra que, puesta en contexto, explica su independencia creativa y su capacidad para decidir en qué proyectos participa.
Esa libertad fue clave en una polémica reciente. En febrero, durante el pódcast “Stop, Qué Hacemos Aquí”, conducido por Pollito Tropical y Mauricio Mejía, Carlos habló sobre su ausencia en el programa “Las locuras de Miguelín”, del humorista cubano Miguel David Estévez. Según contó, inicialmente había aceptado la invitación, pero cambió de idea al leer comentarios negativos en redes. “Miguelín, yo iba a ir a tu pódcast porque vi muchos comentarios tirándote innecesariamente. Me pareció muy malo lo que habló la gente por defenderme”, explicó.
Aclaró que no tiene “ningún problema con los cubanos”, pero prefirió no sumarse al ruido. “La propia comunidad lo echó a perder todo”, sentenció. Pollito Tropical, con su franqueza habitual, resumió: “Nosotros mismos la cagamos”.
Hoy, su paso casi desapercibido por la isla parece reafirmar lo que muchos ya intuían: Carlos Alberto no necesita grandes espectáculos para validar su éxito. Su conexión con el público nace más de la naturalidad que de las cámaras, y su retorno a Cuba, lejos de ser una gira mediática, fue un reencuentro íntimo con sus raíces.
