Cafeterías estatales venden gaceñiga envuelta en certificado de defunción

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Desde tiempos ancestrales, en Cuba siempre ha sido un problema los materiales para empacar los diferentes productos alimenticios, por la escasez habitual de materiales adecuados para contenerlos.

Así que resulta muy común el empleo de papel de reciclaje de la más diversa índole para confeccionar los tradicionales cucuruchos para el maní tostado, extendidos ya a otras fritangas de diversa índoles, hasta las carnes y los dulces.

El papel periódico ha protagonizado muchas soluciones, convirtiendo muchas veces los potenciales como envoltorio de los diarios Granma y Juventud Rebelde, en valores más importantes que sus contenidos informativos y propagandísticos. Los mismo para Trabajadores, las más raras Bohemias, y los respectivos órganos oficiales del Partido Comunista de cada provincia.

Pero además de los periódicos, para envolver o soportar otros productos sirven papeles, cartulinas y cartones provenientes de dónde se pueda, de los más diversos orígenes empresariales, con las más variadas impresiones, a veces hasta por las dos caras. Incluidos certificados de defunción…

En estos días circula en las redes sociales cubanas una composición fotográfica que revela una gaceñiga “especial” vendida en la cadena de tiendas estatales Sylvain, de La Habana, que aparece envuelta en un certificado de defunción, por lo que semeja más a un sudario, y el producto a un ser inerte, dado su desmejorado aspecto correoso, hueco, de extrema delgadez cadavérica.

La gaceñiga en verdad no se ve bien, aunque estuviera envuelta en papel de regalo con lentejuelas, y el hecho de emplear un modelo legal como este remite a un posible acto de sinceridad por parte de sus productores, quizás hartos de la mala calidad de los ingredientes a su disposición y de lo reducido de sus cantidades.

Las diferencias entre la imagen promocional de la caja de color amarillo —que en este caso haría las veces de sarcófago— y el real aspecto del pretendido dulce agazapado en su interior, son verdaderamente abismales. Corteza y masa parecen casi del mismo color mortecino, mustio, triste, bien lejos de las texturas crujientes, grasosas y esponjosas que antes se esperaba de este dulce, listo para sumergirse en grandes tazones de café con leche o leche.

La leche es otra difunta contemporánea. Su certificado de defunción se firmó hace un buen rato y ni tumba a la que ir a llorar hay. Sencillamente responde al estatus de “desaparecida”. Quizás se haga un monumento a la leche desconocida. El café va por semejantes senderos de extinción, así que el “cadáver” de la gaceñiga no podrá ni disponer de la posibilidad de humedecerse un poco y recobrar un poco la vida.

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