Un video grabado en la calle y difundido en redes sociales ha generado una polémica que va más allá de un intercambio tenso entre dos hombres y se instala en un terreno más complejo: quién puede usar ciertas palabras, en qué contexto y qué ocurre cuando códigos culturales distintos chocan en el espacio público estadounidense.
El video fue grabado y publicado por el creador de contenido que se identifica en redes como Mister Lewis Lux (@mister.lewis.lux), un influencer con más de 650 mil seguidores, que se presenta como “digital creator” y promotor de un estilo de vida de lujo. Fue él quien, cámara en mano, confrontó al cubano tras escucharlo usar la palabra “nigga”, y decidió convertir el intercambio en contenido para redes sociales. La grabación, lejos de cerrar el debate, lo amplificó: el propio creador publicó el video aun cuando buena parte de los comentarios terminó cuestionando su enfoque y señalando que el intercambio no se desarrolló como él aparentemente esperaba.
Según el propio contenido del video y lo que luego se desprende de los comentarios, la grabación no comienza en el origen real del conflicto. Antes de que la cámara se active, el cubano —que luego se identifica como “cubiche”— habría usado la palabra “nigga” de manera coloquial, sin tono insultante, en una conversación informal. A partir de ahí, el hombre que graba, un afroamericano, decide encender la cámara y confrontarlo directamente con una pregunta que marca el eje del reproche: “¿Eres negro?”. Para él, el uso de esa palabra está socialmente permitido solo entre personas negras, como una forma resignificada dentro de la propia comunidad, pero resulta ofensivo y despectivo cuando proviene de alguien que no lo es, especialmente si se refiere a una persona negra.
Ese es el verdadero punto de partida del video. No se trata de un malentendido fonético ni de una confusión entre “cubiche” y la llamada N word, sino de un choque frontal sobre los límites del lenguaje racial. El cubano no niega haber dicho la palabra, pero intenta justificar su uso desde la experiencia cultural: afirma que en Miami es una expresión común, que muchos latinos la usan sin intención racista y que en Cuba las relaciones raciales y el lenguaje cotidiano funcionan bajo códigos distintos a los de Estados Unidos.
El entrevistador, en cambio, insiste en que la intención no borra el peso histórico del término. Para él, el hecho de que algunas personas negras no se sientan ofendidas no legitima su uso generalizado por parte de no negros, y considera irrespetuoso que el cubano se niegue a “dar un paso atrás” cuando alguien directamente afectado le expresa incomodidad. La conversación se vuelve cada vez más áspera, cruzada por reproches, comparaciones entre minorías y una evidente competencia por quién tiene autoridad moral para marcar límites.
Los comentarios en la publicación ayudan a entender por qué el video se viraliza. Una parte significativa de los usuarios, muchos de ellos cubanos o latinos de Miami, respaldan al entrevistado cubano y celebran que “no se deje regular el lenguaje”, apelando a la libertad de expresión, al contexto urbano y a la mezcla cultural. Otros, incluidos afroamericanos y latinos críticos, consideran que el problema no es legal sino ético: nadie está discutiendo si puede decir la palabra, sino si debería hacerlo cuando se le pide explícitamente que no.
También aparecen voces intermedias, que reconocen que el uso no fue racista, pero señalan que insistir en decir una palabra que otro considera ofensiva es una forma innecesaria de escalar el conflicto. Para ellos, el video expone una incapacidad mutua de escuchar: de un lado, la experiencia histórica afroamericana en Estados Unidos; del otro, la normalización de ciertos términos en contextos caribeños y latinos que no cargan el mismo pasado.
Más que una discusión sobre una palabra específica, el video revela una fractura cultural profunda. Cuando migrantes y comunidades racializadas conviven en un mismo espacio, los significados no siempre viajan intactos. Y cuando el diálogo comienza con una cámara encendida y termina convertido en espectáculo, el entendimiento suele ser la primera víctima.



















