Continua la detención de cubanos en la Florida y las quejas sobre Alligator Alcatraz

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Mientras en Florida crecen las protestas contra el centro de detención de inmigrantes conocido como “Alligator Alcatraz”, las autoridades locales siguen registrando arrestos de ciudadanos cubanos en distintas localidades del suroeste del estado. Entre las últimas detenciones figuran casos de violencia, secuestro y agresión física, con procesos judiciales ya en curso y fechas de audiencia fijadas para las próximas semanas.

En Fort Myers, la policía local detuvo a Luis Alberto Morejón Calero, de 38 años, por otro caso de battery. Su arresto se produjo el 10 de agosto a las 5:41 de la mañana, y su audiencia está programada para el 2 de septiembre. Mientras, «al otro lado del puente», en Cape Coral, la policía arrestó a Marino Medina Serrano, de 39 años, por un cargo de battery (agresión física mediante toque o golpe). La detención ocurrió a la 1:43 de la madrugada del 11 de agosto de 2025, y el acusado permanece bajo custodia en la cárcel del condado Lee, sin fianza establecida.

En Lehigh Acres, agentes del Lee County Sheriff’s Office capturaron a Alberto Lucas Bustillo Ruiz, de 25 años, apenas media hora antes que a Medina Serrano. Tanto a Bustillo Ruiz, como a Medina Serrano se le imputan cargos de secuestro y de agresión física, ambos sin derecho a fianza por el momento, y será procesado en la Corte de Circuito el próximo 8 de septiembre.

El único de este grupo que ha sido liberado es Jesús Javier Serrano, de 30 años, detenido el mismo día por un cargo similar y puesto en libertad horas después, aunque también deberá comparecer ante un juez el 2 de septiembre.

Estos arrestos, temerarios si se quiere decir, se producen en un clima de crecientes arrestos de inmigrantes, pero también de escrutinio hacia las políticas migratorias y las condiciones en los centros de detención de Florida.

El más polémico es “Alligator Alcatraz”, una instalación en los Everglades construida en tiempo récord y rodeada de denuncias por abusos, negligencia médica y trato inhumano. Durante las últimas dos semanas, grupos religiosos, activistas y familiares de detenidos han realizado vigilias de oración frente a sus portones, pidiendo su cierre definitivo.

Los testimonios que han salido a la luz son inquietantes. Un exempleado, que trabajó apenas diez días en el centro, describió un entorno sin médicos, con enfermos graves sin tratamiento y sanciones físicas contra quienes protestan. Entre los casos más graves, mencionó a un joven con cáncer de colon sin la dieta adecuada y a otro con una herida abierta que amenaza con costarle la pierna. Extrabajadores y familiares coinciden en que el lugar parece una “perrera sobredimensionada”, sin luz solar, con duchas cada dos o cuatro días y sin acceso a la hora del día.

Las denuncias no se limitan a las condiciones físicas. Según un abogado de inmigración que representa a seis detenidos allí, el centro mantiene cámaras de vigilancia incluso en las entrevistas con defensores legales, lo que vulnera la confidencialidad. En paralelo, un detenido que logró comunicarse con los asistentes a una de las vigilias describió comidas frías y repetitivas, y un almuerzo servido a las tres de la tarde.

La jueza federal Kathleen Williams ordenó recientemente suspender por dos semanas la ampliación de la instalación, tras una demanda presentada por ambientalistas y la tribu Miccosukee, que alegan daños irreversibles a humedales protegidos.

Sin embargo, la pausa no detiene las operaciones: el gobernador Ron DeSantis insiste en que las deportaciones siguen su curso y que el centro es una herramienta clave en el endurecimiento de las políticas migratorias bajo la actual administración federal.

La pregunta de fondo, sin embargo, sigue siendo la misma: por qué, con el panorama actual y las denuncias sobre centros de detención cada vez más expuestas, todavía hay quienes se arriesgan a desafiar la ley. Una respuesta fácil no existe, pero la combinación de necesidad, impulsos personales y la compleja realidad migratoria de los cubanos en Estados Unidos parece mantener abierto ese ciclo de arrestos, juicios y, para algunos, reclusión en las entrañas de los Everglades.

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