Daniela Reyes no es de las que se callan lo que piensan. A sus 27 años, la influencer cubana ha aprendido a vivir en el foco de las redes, con todo lo que eso implica: elogios, críticas, y una lupa constante sobre cada detalle de su vida. Esta vez, ha sido su rostro -o más bien, un pequeño retoque- el que desató el huracán de opiniones.
“Me puse bótox”, anunció con naturalidad en uno de sus más recientes videos. Sin maquillaje dramático, sin filtros ni melodrama, simplemente mostró el antes y después de una decisión que, según sus propias palabras, fue pensada con calma y asumida como parte de su rutina de cuidado personal.
La grabación, que ya circula ampliamente por Instagram, la muestra hablando con la especialista que la atendió. En tono relajado, explica su razón principal: la prevención. “No veo bien y tiendo a fruncir el ceño. También veo cuando grabo que se me arruga la frente”, comenta, mientras señala con el dedo esas líneas de expresión que la inquietaban.
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Lo que vino después fue una avalancha de reacciones. Desde mensajes de apoyo hasta reproches cargados de juicio: “Tienes un rostro perfecto, no lo necesitabas”; “Eres muy joven para inyectar cosas raras en tu cara, disfruta de tu juventud, ya tendrás tiempo para todo”, se lee entre los miles de comentarios que recibió.
Muchos coinciden en una cosa: Daniela podría estar arriesgando su “belleza natural” con este procedimiento. “Eres muy linda, no dejes que te toquen tu rostro”; “Ya empezó a ponerse bótox sin necesidad. Es algo que llegan a EE. UU. y todas empiezan hacerse lo mismo para joderse la belleza natural, sin palabras”; “Omg no, la cara no se toca jamás. Eso es veneno, sus facciones naturales son hermosas”, le escribieron.
Pero también hubo otra corriente, más empática, que comprendió su elección sin prejuicios. Varias usuarias, incluso mayores, compartieron sus propias experiencias con bótox, subrayando que se trata de una herramienta preventiva, no transformadora. “No es por vanidad, es por los gestos repetidos. Si esperas a que las arrugas se marquen, ya es más difícil suavizarlas”, escribió una seguidora que agradeció la franqueza de Daniela.
La influencer no se enredó en polémicas. No respondió directamente a los comentarios, ni para defenderse ni para justificarse. Su silencio fue más bien una señal de seguridad. Su actitud tranquila, sin alardes ni provocación, parece reflejar una convicción clara: no lo hizo para complacer a nadie, sino por ella misma.
