Operan de la cadera a una mujer en Cuba: «Pagamos la prótesis de una fallecida y pagamos su arreglo», asegura su familia

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El injerto de la prótesis fue financiado por su familia desde el extranjero

Una mujer cubana fue recientemente operada de la cadera, no gracias al sistema de salud público en la isla, sino por el sacrificio económico y la gestión de su familia en los Estados Unidos. La operación tuvo un costo total de 2,300 dólares, pues debieron pagarlo todo – sábanas, anestesia, hilos,… – e incluyó un episodio insólito: la prótesis utilizada en la cirugía de cadera pertenecía a una fallecida, y tuvo que ser comprada por 350 dólares y adaptada por un técnico, por otros 200.

“La pagamos y pagamos su arreglo; era de una mujer fallecida recientemente”, contó un familiar que, desde la isla, pidió no ser identificado por temor a represalias.

El miedo no es exagerado ni es solo de él: en la familia temen que a la mujer «la lleven de nuevo al hospital y le quiten la prótesis». Según explicaron a este redactor, también tuvieron que pagarle a alguien en el propio hospital para que les avisaran cuando entrara un fallecido con una prótesis compatible o al menos algo que pudiera ser adaptado.

Por extraño que parezca, esto no es un incidente aislado ni «extraordinario». En los hospitales cubanos, cuando llega un muerto y tiene una cicatriz, lo revisan; si se sospecha que tiene un implante, como marcapasos o prótesis, se le quita. Y aunque los familiares a veces se opongan, no importa, se lo sacan igual, pues al muerto, una vez en la caja, ya nadie lo revisa.

La operación fue realizada por un ortopédico ya retirado, el único que inspiraba confianza a la familia. El hospital no contaba con un especialista calificado para hacerlo, y tampoco contaba con ambulancia, por lo que el traslado de la paciente una vez ya operada, desde el hospital hasta la comunidad en la que ella reside, a unos 50 kilómetros de distancia, se hizo en un riquimbili.

«El riquimbili tenía el techo roto, y debió ser cubierto improvisadamente con dos sombrillas. El camillero del hospital se ofreció a acompañar el trayecto, sosteniendo el improvisado techo por toda la autopista nacional,» reseñó la fuente.

En el mismo hospital, dijo, otra mujer llevaba cuatro meses esperando la misma operación. No tiene familia en el exterior y por eso no ha podido resolver los insumos. La familia de la paciente ya operada se ofreció a costearle la anestesia y hablar con el mismo ortopédico, pero él fue claro: «Eso ya es por gusto. Después de cuatro meses ese hueso ha soldado mal.»

«Había que romperlo de nuevo para acotejarlo», precisó la persona que contó la anécdota para este redactor.

En un país que se promueve como potencia médica, las prótesis se arrancan de los muertos y se trafican dentro de los hospitales. Para esta familia, la llamada medicina gratuita se redujo a una travesía de pagos, favores y miedos. La operación fue un milagro; el sistema, un cementerio de ilusiones.

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